Sirvamos con entereza y fidelidad al Señor
Comenzamos una nueva semana y se nos invita, desde el Evangelio, a que reflexionemos sobre nuestro qué hacer y la manera cómo lo estamos haciendo. Pensar si estamos viviendo para el cielo o solo estamos viviendo por una recompensa temporal que se da en la tierra. Dios ha puesto en nosotros sus dones, nos ha enriquecido con su espíritu y nos ha llenado de capacidades, por todo eso es bueno preguntarnos si ¿Somos de fiar?
Jesús nos ha puesto al frente de su “hacienda” para que le administremos sus bienes, ha tenido a bien llamarnos a su servicio, ha puesto su confianza en nuestras capacidades y ha esperado de cada uno lo mejor. Los bienes que ha dejado en nuestras manos no son para derrocharlos, son para potenciarlos y con nuestro esfuerzo hacerlos crecer, multiplicarlos.
Lo que nosotros hacemos afecta para bien o para mal a las personas y de manera especial a las que están a nuestro lado.
Por eso es que es fácil encontrar quien nos elogie cuando hacemos bien las cosas o quien nos acuse cuando las hacemos mal.
En algún momento de nuestra vida se nos pedirá cuenta de la administración y es ahí donde realmente saldrá al descubierto nuestra verdad y el interés con el que hemos administrado los bienes que el Señor nos dejó, si para el bien o para el mal, si para ganar el cielo o para atesorar para la tierra pensando que esa es nuestra recompensa. ¿Qué estoy haciendo realmente con mi vida? ¿Cómo estoy administrando esta vida, este tiempo que ha sido puesto providencialmente en mis manos?
El mal, aunque sea obrado con astucia, implica mentiras, engaños y pone en riesgo la propia vida.
Aprendamos a ganar amigos para el cielo, para la eternidad a partir de la ternura, de la verdad, del perdón del amor. Seamos personas de fiar en lo poco y en lo mucho. Seamos fieles siervos del Señor y sirvamos con entereza y amor a la causa del Evangelio. Debemos ser justos, correctos; pensar en Dios. Hacer todo por Dios es la tarea por realizar. La decisión siempre será nuestra: servir a Dios o ser esclavos de la riqueza.
Trabajar para Dios significa administrar, ser instrumento de salvación, de paz y de alegría para los demás.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: P. Jaime Palacio
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