Dedicación de la basílica de Letrán

Los templos son lugares de encuentro en soledad e intimidad con Dios; son también lugares de alabanza y de acogida. Son, para la mayoría de los cristianos, lugares de la presencia de Dios; cada elemento del templo nos habla de Dios, de su bondad y de su presencia. El templo es la casa del Padre, donde Dios habita, por eso es lugar de oración y todo lo que suena a engaño, a negocio, todo lo que pretenda “comprar” la compasión o el amor de Dios es detestable. Dios es don de amor, creador y redentor Dios es amor por cada uno y el templo lugar de encuentro.

El templo es lugar sagrado, nos habla de Dios

La dimensión sagrada del lugar no se puede perder; el templo no es lugar de negocios. En el Templo los pobres y los ricos, los niños y las mujeres, los que valen para el mundo y los que no, somos y nos sentimos hijos de Dios. Por eso a Jesús le duele que el sentido del templo como lugar de oración y de encuentro se haya perdido y ahora sea un comercio más. Que en nuestros templos nosotros nos sintamos acogidos y amados, nos encontremos con Dios y podamos abrir el corazón en silencio.

El templo es considerado la casa del Padre.

Es lugar de acogida, de encuentro. El lugar de todos y para todos. En el Templo Dios habita. Por eso ni el lugar ni el culto deben opacar o limitar la grandeza de un amor que se queda simbólicamente en el Templo. No es un negocio la relación con Dios, por eso Jesús es celoso con la casa del Padre, por eso nos hace entender que la libertad en la relación con Dios no se pierde en limosnas o en ofrendas. El templo es lugar, pero es también cercanía de Dios. Que nada ni nadie nos aleje de esa experiencia.

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.