Existe la promesa de Jesús de que quien lo ama y guarda su palabra será también amado por su Padre y se hará morada en la que habita la Trinidad.
El que ama a Jesús y hace lo que Él dice se convierte en el lugar desde el cual Dios sigue obrando en bien de la humanidad.
El que ama a Jesús entiende la mutua relación entre él y su Padre, comprende la unidad que existe entre los dos y sabe que escuchar y hacer lo que Jesús enseña es entender la voluntad del Padre. Jesús es sacramento del Padre de la misma manera que nosotros lo somos del Hijo, en cuanto que nuestras palabras y obras llevan por camino cierto a Jesús. Del Señor tenemos mucho por aprender y para eso es necesario, escuchar y creer; abrir el corazón y permitir que Dios haga su morada entre los hombres, sólo así la encarnación será el milagro de cada día. En el Evangelio Jesús nos anuncia que a su regreso el Padre nos enviará al Paráclito, al Espíritu santo, que viniendo nos enseñará todo y no dejará que lo aprendido se olvide.
Jesús nos deja la paz y nos invita a la serenidad.
Ha llegado la hora del regreso y no estaremos solos porque vendrá quien nos ilumine, nos consuele, nos fortalezca. Si Jesús regresa al Padre no es para abandonarnos, pero sí para llenarnos de poder, de luz y de sabiduría. Nosotros ahora seremos su presencia, gracias a Espíritu Santo, en medio del mundo. La paz es fundamental y no podemos perderla por nada y menos por las cosas negativas que puedan suceder. Que la fe sea fuerte, que nada nos haga abandonar el proyecto, que nos llenemos del don del Padre que satisface nuestras necesidades y aleja nuestros miedos.
Jesús nos ama, nunca nos dejaría solos y menos permitiría que los miedos echen atrás el proyecto iniciado
Él regresa para que el Padre nos envíe al Espíritu que es fuerza en la debilidad, defensa en la acusación, sabiduría y fortaleza ante los miedos. Jesús anhela vivir en nosotros, permanecer siempre; Jesús quiere ser acogido y que nos convirtamos en templos del mismo Dios. El Espíritu es una manera precisa que Dios tiene para que seamos habitados, manera de quedarse para siempre entre nosotros. Con el Espíritu viene la paz, esa es la que aparece como don que trae la presencia de Jesús en el corazón de cada uno. Jesús nunca dejará de cuidarnos ni de protegernos. Su amor va mucho más allá porque es eterno y viene siempre de lo alto.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: P. Jaime Palacio
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