Los momentos difíciles, muchas veces tristes, pueden convertirse en oportunidades, en momentos de gloria en los que se muestran la grandeza y la dignidad de las personas.
Desde la fe todo acontece para el bien y los proyectos de Dios no se quedan truncados en la maldad o pecado de las personas. Jamás prevalecerá el mal porque por encima de Dios no hay nada ni nadie. La vida nosotros la debemos vivir con intensidad, con amor y sobre todo dando gloria a Dios; que nuestros actos y palabras muestren que hay un Dios que nos habita, que nos motiva y que le da razón a nuestra entrega. A quien vive para Dios ni siquiera la muerte es una derrota porque más allá de nuestros egoísmos, de los celos y de los odios está el amor que es el mismo Dios.
Hagamos visible a Dios, démosle gloria.
Jesús nos deja como herencia, como mandamiento, lo que para él fue la razón de ser de su vida: el amor. Y nos invita a que nos amemos los unos a los otros como él no amó. Amor que se entrega, que se gasta, que solo procura el bien. Amor hasta las últimas consecuencias y que rescata a las personas. Que todos sepan que somos creyentes, que somos cristianos, que Dios nos asimila, que nos asimilamos a él, por el amor. Damos amor, mostramos amor, vivimos para el amor. La manera de amar manifiesta la esencia, lo propio de la fe. En el amar se hace visible Dios. El mandamiento nuevo de Jesús se convierte en otra manera para quedarse con sus discípulos. Jesús es el modelo del amor, la fuente del amor, por eso cada vez que nos amamos estamos dando gloria, mostrando a Jesús. Con el amor de Cristo podemos amar y al amarnos nos hacemos signos de Cristo.
El signo principal con el cual Cristo quiere que nos identifiquemos es con el amor.
Que el amor nos distinga. Amor que es hacer el bien, acoger y dar lo mejor de cada uno. Amor que se puede volver un tomar la cruz de cada día en cuanto implica renuncia y compromiso con las personas a las que se ama. Ahora una de las vías para llegar a Dios, por encima de las religiones, es precisamente el amor que por decirlo de otra manera es lo más divino y lo más cristiano que podemos tener. El amor es de Dios, el amor nos habita; el amor se debe poner en ejercicio y la mejor forma está en el amarnos a la manera de Jesús. El amor es la vida misma que abierta a la experiencia de Cristo se convierte en forma, en manera de vivir. Nacimos para el amor y el amor es la fuerza que nos unifica. Que nos hace capaces de reconocer la dignidad de los demás.
Amemos a la manera de Cristo, mostremos al mundo que el amor cuando se entrega genera paz y se hace servicio. El amor nunca pasará.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: P. Jaime Palacio
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