Cuerpo y Sangre de Cristo
El Amor que Dios nos tiene desborda en generosidad y en fidelidad; amor que se queda para siempre y que nos ayuda a realizarnos plenamente como seres humanos. Amor que nos hace capaces de entregarnos y de llegar hasta el final porque es un amor que sostiene, disculpa, sirve y todo lo da. Amor que cada día se renueva y que también se abaja, se hace Eucaristía, cuerpo y sangre, vida eterna en cada celebración de la Eucaristía.
Jesús se ofrece como el Cordero Pascual; en la última cena Él se les da como alimento, se hace comida y además promete estar siempre con los discípulos, siendo comida, cada vez que se reúnan en memoria de Él. En la cena Jesús les anticipa el destino y le da sentido a la sangre que Él derramará para el perdón de los pecados y del cuerpo que se entregará como Pan de vida eterna.
En la última cena Jesús ha sellado el pacto de Alianza y en el pan y el vino ha encontrado la forma de quedarse para siempre entre nosotros siendo comida y bebida de salvación y esta última cena quedará para renovarse cada vez que nos reunamos para comer, para encontrarnos, para tomar la copa de la alegría, de la vida, del perdón.
La última cena no termina en el tiempo; cada instante se renueva en todo el mundo para la salvación del mundo.
La Cena es de despedida y por lo tanto comida cargada de sentimientos y de mensajes para que los discípulos sientan y entiendan que ellos no quedarán solos, que Jesús seguirá estando presente y seguirá siendo vida y fuerza. La Eucaristía, que se instituye en la última cena, es otra acción del amor de Dios manifestado en Jesús, es un acto de fidelidad.
Digamos que Jesús se queda en el Pan y en el Vino que en la Eucaristía se hacen, después de la invocación al Espíritu Santo y de las Palabras de Jesús, su Cuerpo y su Sangre; este quedarse es también un regresar, porque cada vez que nos reunimos en su nombre y comemos viviendo lo que pasó en la Pascua, Él viene con la fuerza del Espíritu; fuerza que transforma la esencia del Pan y del Vino para ser Jesús mismo comido.
Jesús en cada Eucaristía viene para ser nuestro alimento, nuestra fuerza.
Jesús en la Eucaristía se nos da para que nosotros al comulgar le llevemos a todas las personas con las que nos encontremos. Jesucristo, después de la Eucaristía, se entrega en cada uno de los suyos, en ti y en mí.
Jesús se nos quedó para siempre, que como Él nosotros también aprendamos a quedarnos para siempre en las vidas de las personas siendo amor fiel que supera el tiempo y el espacio, siendo serviciales, capaces de abajarnos para darle la grandeza a los demás; que seamos pan que se da como alimento, que tengamos gestos redentores con quienes se equivocan o nos fallan, que seamos fruto maduro de la Eucaristía y que cada vez que comulguemos recordemos que somos el lugar en el que Dios habita.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: P. Jaime Palacio
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