Santísima Trinidad
Hoy celebramos la Santísima Trinidad, hacemos un homenaje al amor que se entrega en unidad por la causa de la salvación. Dios quiere que todo vuelva a Él que es su origen; Dios es todo amor y la plenitud del amor es amar con hechos concretos. Que esta semana sea para gozarnos en el amor de Dios que es fiel y salvador. Amor que se expresa como unidad trinitaria y que se entrega siempre para que la humanidad amada sea también corredentora.
En la historia de la salvación el presente es el tiempo del Espíritu Santo. Ahora es el tiempo de Dios que sigue caminando con su Pueblo a través del Espíritu que nos ha dado. Un para la iglesia que cada día se descubre más y más como misionera; un tiempo para que los discípulos salgan, prediquen, sanen y anuncien el misterio del amor del Padre. Salir a predicar e invitar a la conversión para el perdón de los pecados.
Es el tiempo del Espíritu Santo que significa: palabra pronunciada, sabiduría derramada, fuerza entregada, manera de ser de Dios en cada uno.
Por el Espíritu Santo Dios acontece en la creación, anima y exhorta a la humanidad para que alcancemos, desde el amor, la plenitud de la vida. Por el Espíritu Dios se nos sigue dando y manifestando como amor, misericordia, bondad y que en nosotros la experiencia de Dios se hace abrazo, beso, acogida y perdón para los demás. Los que se dejan llevar por el Espíritu que los habita son felices haciendo el bien que llevan como regalo en el corazón.
Con la revelación del Espíritu Santo y con su llegada al corazón y a la mente de los discípulos de Jesús, también se nos ha clarificado algo de la relación que existe en la eternidad. Padre, Hijo y Espíritu viviendo el mismo proyecto de salvación.
El Padre que envía, Jesús que se entrega y el Espíritu que nos anima y fortalece.
Son tres en la acción, pero Uno solo en el amor. Son dos expresiones de un mismo amor (Hijo y Espíritu), y son tres maneras de amar en un solo sentir. La Trinidad es un amor fuera de sí, un amor que se entrega, que no se cierra, que es recíproco. Un amor que complementa enriquece, se gasta y se nutre entre sí.
La Trinidad nos habita, ha hecho morada en nuestro corazón. En nosotros, las tres Personas, aman, redimen, abrazan, se entregan siempre y a cada instante. Nosotros somos instrumentos, casa de la Trinidad, rostro amoroso del Espíritu Santo, somos su forma de ser.
Nos hace falta tomar conciencia del tesoro que tenemos dentro, tomar conciencia de la dignidad que nos ha glorificado y se glorifica en nuestras buenas obras. Tomar conciencia de nuestro ser Dios, de vivir en Dios, de ser presencia de Dios. Por eso nos toca trabajar en desterrar todo aquello que opaca el relucir de Dios en la vida, dejar de lado todo aquello que no somos en esencia para comenzar a ser rostro y presencia de Dios para los demás.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: P. Jaime Palacio
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