Enviados para ser testigos del amor, para anunciar el Reino
Hoy sintamos que el Señor que nos llama para enviarnos a predicar el Evangelio, para dar testimonio de su amor a la humanidad también os invita a confiar en la Providencia y a llevar la paz, la sanación y la liberación como regalos, que, de parte de Dios, los que creen pueden recibir. Todos podemos ser agentes de paz y de amor.
La tarea de la evangelización o la misión se convierte la oportunidad para dar las cosas de Dios a los demás, en un llevar la paz, sanar y liberar. Es entender que obramos en el nombre del Señor, que estamos en sus manos y que de Él vendrá el auxilio en nuestras necesidades. La Evangelización tiene un fin específico: predicar el Reino y esto lleva consigo la invitación a la conversión, ese volver a los caminos de Dios, acercarse a Jesús que es el camino que nos lleva al Padre.
La predicación está acompañada de signos, de milagros, de curaciones y liberaciones.
Y es que Dios está con ellos, el Señor es la riqueza que los discípulos llevan en el corazón, Dios obra en ellos; ellos se sabían instrumentos de salvación gracias al poder que Jesús les había dado.
Jesús es muy consciente que si algo se puede frenar el desarrollo del anuncio del Evangelio son los espíritus malignos, aquellos que realmente se oponen, a través del mal, a que el Reino de los cielos se haga realidad. El maligno debe ser alejado y aunque su tendencia es habitar en el corazón de las personas, dañar sus inclinaciones al bien, dominar sus acciones, el poder de Dios, el poder que obra el Espíritu, es más fuerte, doblega y humilla el mal, aleja el maligno. El poder de Dios, el amor que nos tiene, su anhelo de que seamos libres se personifica en el Espíritu Santo que Él mismo da y nos da para resistir al mal, para alejarlo, para expulsarlo de nuestra vida y así el amor sea real, sea desde la experiencia de Dios.
En la misión que Jesús nos encomienda la experiencia de Dios es fundamental.
Estar convencidos que Él camina con nosotros, que Él será nuestra fuerza, nuestro alimento, nuestro vestido, nuestro todo, estar convencidos de esto hará del anuncio del Evangelio, una experiencia creíble y sanadora. La misión es siempre una experiencia comunitaria, en el ir de dos en dos se comparte, se confronta, se decide juntos. Dos es el inicio de la comunidad que se enriquece mutuamente y el espacio en el que uno se hace testigo del otro. Con otro es posible sostenerse en los momentos de debilidad.
Vayamos pues a dar testimonio del amor, a llenar de paz, de vida, de salud y de libertad los lugares que frecuentemos.
No vayamos tan lejos que olvidemos la familia el primer lugar en el que se deben gozar el hecho que nosotros somos misioneros de Cristo, testigos de su amor y que como dice la oración colecta de este domingo 15 del tiempo ordinario: Que hagamos dignos el nombre de cristianos que tenemos y que además cumplamos todo lo que este nombre significa.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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18. Oración para antes de tomar una decisión
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20. Coronilla de la divina misericordia
Fuente: P. Jaime Palacio
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