Una mañana, cerca del mar
Apareció un joven Galileo,
Nadie podía imaginar
Que otro pudiese amar así
Como él amaba.
Era sencillo, al conversar,
Llegaba al corazón
De quien lo escuchaba
Y su nombre era Jesús de Nazareth
Y su fama se esparció, todos querían ver
Al profeta que tenía tanto amor y amaba al pecador.
En esas playas, en ese mar, en ese río, en casa de Zaqueo
En los caminos, bajo el sol,
El pueblo iba a buscar
La luz de su doctrina.
Sus expresiones, su caridad,
Henchían el corazón
De una fuerza divina
Y su nombre era Jesús de Nazareth
Y su fama se esparció, todos querían ver
Al profeta que tenía tanto amor y amaba al pecador.
En esos valles, en ese hogar,
En ese pozo, en casa de Simón, en ese monte, al atardecer
El mundo vió nacer las Bienaventuranzas.
Y su paciencia al perdonar,
Del pueblo el corazón
Llenaba de esperanza.
Y su nombre era Jesús de Nazareth
Y su fama se esparció, todos querían ver
Al profeta que tenía tanto amor y amaba al pecador.
Un cierto día, al tribunal
Alguien llevó al joven Galileo
Nadie sabía cual era el mal,
Que crimen cometió,
Cual era su pecado
Su claridad, al denunciar
Minó la posición
De los privilegiados
Y mataron a Jesús de Nazareth
Y en medio de ladrones
Él murió en la cruz
Pero el mundo aún no conoce
A ese Jesús, que amaba al pecador.
Y su nombre era Jesús de Nazareth
Y su fama se esparció, todos querían ver
Al profeta que tenía tanto amor y amaba al pecador.
Fuente: https://youtu.be/lHwJvpTaxac
SALMO 92
SALMO 92, 1-3
Bueno es dar gracias a Yahveh, y salmodiar a tu nombre, Altísimo,
Publicar tu amor por la mañana, y tu lealtad por las noches,
Al son del arpa de diez cuerdas y la lira, con un susurro de cítara.
SALMO 92, 4-6
Pues con tus hechos, Yahveh, me regocijas, ante las obras de tus manos grito:
«¡Qué grandes son tus obras, Yahveh, qué hondos tus pensamientos!»
El hombre estúpido no entiende, el insensato no comprende estas cosas.
SALMO 92, 7-9
Si brotan como hierba los impíos, si florecen todos los agentes de mal, es para ser destruidos por siempre;
Más tú, Yahveh, eres excelso por los siglos.
Mira cómo tus enemigos perecen, se dispersan todos los agentes de mal.
SALMO 92, 10-12
Pero tú alzas mi frente como la del búfalo, derramas sobre mí aceite nuevo;
Mi ojo desafía a los que me acechaban, mi oído escucha a los malvados.
Florece el justo como la palmera, crece como un cedro del Líbano.
SALMO 92, 13-15
Plantados en la Casa de Yahveh, dan flores en los atrios del Dios nuestro.
Todavía en la vejez producen fruto, se mantienen frescos y lozanos,
Para anunciar lo recto que es Yahveh: mi Roca, no hay falsedad en él.
SALMO 95
SALMO 95, 1-3
Venid, cantemos gozosos a Yahveh, aclamemos a la Roca de nuestra salvación;
con acciones de gracias vayamos ante él, aclamémosle con salmos.
Porque es Yahveh un Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses;
SALMO 95, 4-7
En sus manos están las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, pues él mismo lo hizo, y la tierra firme que sus manos formaron.
Entrad, adoremos, prosternémonos, ¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho!
Porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su pasto, el rebaño de su mano.
SALMO 150
SALMO 150, 1-3
Alabad a Dios en su santuario, alabadle en el firmamento de su fuerza,
Alabadle por sus grandes hazañas, alabadle por su inmensa grandeza.
Alabadle con clangor de cuerno, alabadle con arpa y con cítara,
SALMO 150, 4-6
Alabadle con tamboril y danza, alabadle con laúd y flauta,
Alabadle con címbalos sonoros, alabadle con címbalos de aclamación.
¡Todo cuanto respira alabe a Yahveh! ¡Aleluya!.