Vivir conforme al proyecto del amor

El Señor nos invita a vivir en amor a los demás y a no despreciar al otro por alguna condición pecadora que puedan tener. El que se humilla será enaltecido. Mucha gente que se cree buena tiene un defecto grande que es presumir su bondad, esa presunción hace sentir al pecador muy mal y excluido de cualquier proyecto de amor. Un peligro grande es cuando los buenos no permiten que los que para ellos son malos participen en la cotidianidad de la vida de las cosas de Dios.

Ante Dios buenos y malos son importantes, pero Dios ha hecho una opción por todos aquellos que encontrando un amor verdadero como el de Él pueden cambiar su forma de pensar y de obrar. Ha venido por los enfermos, por los que necesitan ser reconfortados y animados desde la misericordia, por los excluidos que deben volver al redil, por los perdidos que necesitan ser encontrados. No ha venido por los justos, ha venido a justificar a todos aquellos por su manera de vivir estaban condenados sin la oportunidad de volver al camino.

Esa oportunidad que el amor da.

Nuestro encuentro con Dios, nuestra oración, no puede convertirse en un diálogo tan lleno de nosotros que no le dejemos espacio a Él. La oración no es para dirigirnos a nosotros mismos y mucho menos para hacernos un autoelogio. Dios ama a los sencillos y tiene predilección por los pequeños, sale en búsqueda de los pecadores y espera de todos ellos la conversión como también la espera de los justos y buenos que se conviertan a la misericordia y compasión. Que aprendan lo que significa ser prójimo y aquello de misericordia quiero y no sacrificios.

La relación con los demás y con Dios no puede partir de una comparación que además genera distancias y desprecios.

Ante Dios nunca sabremos quién está justificado. A Dios Parale importa el corazón, la persona, la capacidad de ser imagen y semejanza de la divinidad. Aquí no es de mirar la paja del ojo ajeno, ni de juzgar o condenar, aquí es de ser de Dios y vivir conforme al proyecto del amor.

Los que se consideran justos deben escuchar muy bien esta enseñanza de Jesús para que escuchen también la posición de Dios frente a la oración que hacen. Muchos tenemos la costumbre de justificarnos, de pensar que no hacemos lo que los malos hacen y nos gloriamos de nosotros y queremos que Dios reciba nuestra gloria narcisista como oración. No creamos que tenemos derechos divinos porque cumplimos los mandatos, que merecemos una recompensa por ser buenos. Lo normal de uno que ha creído es que sea bueno y Dios quiere que todos crean en el Hijo para que entonces la bondad que se tiene sea la misma de Dios mismo.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.