Nos encontramos este domingo 27 del tiempo ordinario con un Evangelio que nos invita a la claridad de las decisiones que tomamos, vivimos en un mundo lleno de posibilidades y por eso cada opción debe ser pensada ya que en las decisiones que tomemos muchas personas resultan involucradas para el bien o para mal.
Cuando hablamos de opciones de vida en las que comprometemos no sólo la palabra sino la vida misma, hablamos también de la capacidad de luchar, de perseverar que tenemos y de empeñarnos por salir adelante pagando el precio que eso implica. Cuando las personas toman la decisión de dejar casa y padres para unirse en matrimonio es porque están dispuestos a ser una sola carne, a fundirse de tal manera en el amor que cuando uno se pierde es porque el otro se está ganando y que cuando uno gana los dos alcanzan la felicidad.
Es dando como se recibe y es muriendo como se tiene vida.
En la relación de pareja no hay inferiores o superiores; se está en igualdad de condiciones y las decisiones que implican la opción de vida se toman en común. El matrimonio es para siempre, para la vida. En la relación todo se funda en la confianza y en la palabra dada; dejo todo porque tú me has dicho y demostrado que eres mi todo; dejo mi “ser “en el tuyo porque ahora somos uno y existimos en uno en el otro, somos una sola carne que en libertad se une para luchar y vivir en felicidad. Para Dios hombre mujer, creados para llevar a plenitud la creación y para que ellos mismos vivan en plenitud, tienen la misma condición.
Ninguno es más que el otro, son complemento de felicidad y de entrega y los frutos de esa entrega son precisamente los hijos que hacen parte de la opción que en amor se ha tomado. Las dos personas que se unen son las responsables de las decisiones que se toman.
Las soluciones a los problemas de pareja no están en dejar sino en recoger y aprender
Es un camino para ir madurando, creciendo en el amor. En la pareja yo me hago responsable del otro, inclusive a su pecado. Entendamos que nuestros conflictos nacen de la tentación constante de hacer del otro lo que quiero, de usarlo y de disponer de su vida. Jesús nos enseña que estamos para construir relaciones y no para destruirlas. El ser humano se realiza solamente si tiene a alguien delante; tenemos necesidad de alguien que nos responda. Entendemos que el otro no es nuestro, es diferente aunque tengamos la misma humanidad. Debemos defender al humano que es débil en la sociedad como lo son los niños y las mujeres; hay que recordar el origen de igualdad y de derechos para evitar los abusos.
Eso es lo que hace Jesús (Mc. 10, 2-16) con los que la sociedad ha hecho frágiles.
Cuidemos las decisiones tomadas y más si son para toda la vida; cuidemos a las personas que hemos decidido amar y que han puesto su confianza en nuestras obras y palabras. Lo que es para siempre es para siempre.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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18. Oración para antes de tomar una decisión
Fuente: P. Jaime Palacio
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