Mi oración en este día es para reconocerte como Señor de todas las cosas y alabarte por la maravilla de la creación, por este mundo grande y bello, en el que tenemos tantas oportunidades para disfrutar y para hacer nuestra vida más organizada, más humana.

Precisamente quiero agradecerte por mi profesión de técnico. Me fascina tener a mi disposición tantos elementos útiles, lo que me hace sentirme amo y señor de la creación.

Entonces, me pregunto con el salmista: “¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano? ¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él? Pues lo hiciste casi como un dios, lo rodeaste de honor y dignidad. Le diste autoridad sobre tus obras… Lo pusiste por encima de todo. Señor, qué admirable es tu nombre en toda la tierra.”(Salmo 8, 4-6 y 9)

Quiero, entonces, que ésta sea mi gran alegría: hacer que tu nombre sea conocido y glorificado, porque mi habilidad y dominio de las cosas vienen de ti, de tu sabiduría, poder y generosidad. Por eso, pienso que tú quieres que mi trabajo esté al servicio de tus hijos e hijas, mis hermanos y hermanas: La gloria de Dios es el hombre viviente dijo alguien sabiamente.

Al darte gracias por todo este poder que tú, Señor, quisiste compartir con nosotros, los humanos, te pido me des sabiduría suficiente para emplearlo en bien de mis hermanos y hermanas, de modo que mutuamente nos ayudemos en el camino de la vida, cada cual con los dones recibidos, con el fin de construir entre todos un mundo organizado, humano y amable.

Tomado del libro Oremos viviendo el amor y la misericordia de Dios No 3.