Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo.

Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien para la semana que comenzamos en la que además nos debemos sentir enviados por el Señor a liberar, con el poder de su Espíritu, al ser humano de todo aquello que le ata, que le conduce a obrar mal y predicar la conversión.

Que nuestras palabras se puedan validar en la forma de obrar.

Hombres de Dios que llevan adelante el proyecto de Dios. Hombres enviados a predicar el Reino, la conversión, a liberar, a sanar y a transformar, con el testimonio, las vidas de tantas personas. Nos debemos sentir enviados, el mundo necesita de Dios y nosotros hemos sido elegidos y llamados por Él para que hagamos en su nombre y con su poder, las obras que Él siempre ha querido para la humanidad.

Jesús se va encontrando con la necesidad que tiene el ser humano de buenas noticias y de manera especial la de sentirse amado, perdonado y acogido.

Los discípulos han sido testigos de exorcismos, liberaciones, sanaciones; de milagros que requieren siempre la fe de las personas y han escuchado predicaciones que han generado admiración de quienes le escuchan, predicaciones que llegan al corazón y además unas enseñanzas en las que Jesús ha aclarado su proyecto, lo que Dios ama a la humanidad y hasta dónde está dispuesto a llegar para que en todo se haga la voluntad del Padre que le ha enviado. Los discípulos ven cómo la gente sigue a Jesús, unos por sus milagros, otros por sus enseñanzas, otros porque quieren quedarse con Él para siempre.

La gente está queriendo que el mensaje llegue a su tierra, a sus casas y por eso Jesús envía a los suyos, ellos ahora serán parte de la Buena Noticia que se anuncia a toda la humanidad.

El envío de Jesús a los discípulos implicó para ellos incertidumbres.

La acogida o rechazo a su mensaje estaba en el marco de posibilidades. Cuando se deja la seguridad, la riqueza, la propiedad; cuando vamos solo de la mano de Dios y confiados en su Providencia, debemos estar dispuestos a todo, menos a perder la fe o a dudar del poder de Dios que en el Espíritu Santo, Jesús nos ha dado. Evangelizar siempre será un reto. Los discípulos van acompañados, de dos en dos.

En el viaje se comparte, se confronta y se decide; el uno se hace testigo del otro, el uno sostiene y ánima al otro y en los momentos difíciles ambos se confortan al no perder la meta a la que pretenden llegar. No llevar muchas cosas, dejarlo casi todo se convierte en una ocasión para que aprendamos a pedir, a esperar de Dios y a tener siempre un espacio para que los demás tengan lugar en nuestras vidas.
Que Dios sea nuestra fuerza, que el Evangelio sea nuestra palabra, que el amor sea nuestro signo y que nuestra vida sea instrumento para que el Reino de Dios germine.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.