CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS DE JESÚS Y MARÍA
XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Am 8,4-7 Sal 112 1Tm 2,1-8 Lc 16,1-13
Queridos feligreses:
La primera lectura del profeta Amós, nos invita a la recuperación de la dignidad humana, en medio de una cultura que ha instrumentalizado a las personas así como a su forma de pensar.
Asistimos a una sociedad funcionalista, cada vez menos comunitaria y por tanto menos dialogal, nuestra razón es instrumental, orientada siempre al logro de objetivos, cosificando incluso al ser humano.
No en vano dice el profeta Amós: «los necesitados tienen que venderse a vosotros por dinero, compráis al pobre por un par de sandalias»
Esta también es la situación de nuestro tiempo, el profeta deja claro que es necesario recuperar la dignidad humana, recuerda que los valores y la conciencia no son negociables, las cosas se compran y se venden, las personas no.
El profeta Amós nos recuerda que somos un tesoro para Dios, porque somos sus hijos y por esta razón debemos amarnos a nosotros mismos, pues estamos en el corazón de Él no como objetos sino como sujetos, no como medios, sino como fines.
Esta misma realidad es puesta en evidencia en el Nuevo Testamento, en el Santo Evangelio según San Lucas, cuando Jesús valiéndose de una parábola muestra la radiografía del ser humano desde la perspectiva de las tinieblas y no desde la perspectiva de la luz. El hombre y la mujer que se han cosificado junto con sus posesiones, viven en las sombras porque han hecho de ellas su máximo baluarte, olvidándose de aquel que es la perla preciosa, la moneda encontrada, el tesoro perdido: Jesucristo.
El administrador astuto, puso su inteligencia y sus mayores valores al servicio de la corrupción y de la injusticia
Orientó sus talentos y su astucia al servicio de la mentira, de la falsedad y de su propio beneficio; confió más en su administración que en la administración del dueño. Perdió la confianza que su patrón había depositado en él, y se mostraba ya viejo y sin fuerza para trabajar y pedir limosna, porque había llevado una vida de pecado, y esta condición no le dejaba ver el futuro con claridad y por eso echó mano de las trampas para poder sacar provecho de su cargo.
Nosotros al contrario hemos de darle gracias a Dios por la inteligencia que nos ha dado, por los múltiples dones y carismas que tenemos, que a propósito no han de ser para guardarlos, sino para ponerlos al servicio de los demás, sabiendo que se nos pedirá cuentas de cómo administramos nuestra propia vida y también de las personas que están a nuestro cargo. Para dejar de ser los hijos de las tinieblas hemos de hacer caso a San Pablo en su carta a Timoteo: hacer súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por la humanidad entera y más abajo dice: Quiero que los hombres oren en todas partes alzando al cielo unas manos puras, libres de iras y disensiones, posiblemente se refiera a levantar nuestro corazón a Él, un corazón puro y no corrupto como el del administrador infiel.
María Santísima ayúdanos a ser buenos administradores del regalo más preciado que tu Hijo nos dio: LA VIDA.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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