Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo cordial que lleva los mejores deseos de paz y bien en Señor que siendo luz ilumina las tinieblas para que desaparezca de nosotros todo lo que nos quita la paz y la alegría.
En el Evangelio de este 4 domingo de Cuaresma (Jn.9, 1-41) Jesús se nos presenta como la luz y por lo tanto lo suyo, es iluminar. Muchas tinieblas ha encontrado el Señor y eso le genera tristeza y de manera especial las tinieblas que se convierten en obstáculos para que los demás puedan ver la luz que Dios nos manda. Unos por obstinados que no quieren ver más allá de la propia oscuridad, no quieren ver las cosas como realmente son, porque no quieren ver lo que sucede; otros porque quieren impedir que la gente se encuentre con el Señor y les muestre otro camino, otra forma de vivir desde el amor.
Cuando Jesús aparece nosotros debemos tomar conciencia de la propia oscuridad
Ante la luz debemos darnos cuenta de nuestra ceguera. La luz que ahora brilla en nuestras tinieblas no solamente disipa la oscuridad sino que también nos restaura, nos salva, nos redime, nos hace nuevos. Jesús no anula la oscuridad sino que se hace luz para acompañarnos. Transforma la historia de mal en una historia de salvación. La luz nos toca, nos toma de la mano, nos rescata y solo desde la luz que es Jesús podremos descubrir un mundo nuevo de amor, podremos ver las cosas como son y viendo podremos proclamar que Jesús es el Señor que nos cura, nos vuelve a la luz.
Estar en la luz nos hace nuevos, el pecado o la oscuridad había opacado nuestro ser, nuestra realidad.
La luz, que es Jesús, permite que la felicidad ahora llene el corazón, que la predicación se haga proclamación en fe de Jesús. Él sana nuestra historia, el pasado queda en la memoria y el presente en nuestra nueva manera de vivir. Ver la realidad tiene sus consecuencias, es un proceso y Jesús viene porque quiere que veamos mejor, que nos veamos mejor y así nos conozcamos a nosotros mismos. Los demás, al ver, pueden ser un referente para el bien o el mal, para que optemos y nos decidamos de una vez por todas por el bien.
Ver o no ver se convierte en opción de vida, de fe. Debemos dejarnos sorprender por la luz, dejemos los miedos y comprometámonos, dejemos las fantasías y desde la luz miremos la verdad. Optar por Jesús tiene su precio puede ser que seamos refutados, incomprendidos y hasta humillados, pero Jesús siempre estará, saldrá a nuestro encuentro. Será siempre la luz.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
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