CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

ORACIÓN DE UNA MADRE

ORACIÓN DE UNA MADRE

Señor de los Milagros: Tú te portaste con tu Madre como el más tierno de los hijos. Quisiste necesitar de su regazo para que el Espíritu en Él plasmara tu sacrosanta humanidad. Quisiste aparecer en los brazos de María, como en custodia viva, expuesto a la cariñosa veneración de los pastores y magos. Ella te fajó en pañales, te alimentó con sin igual cuidado y te arregló tu pobre vestimenta de obrero. Porque ella intervino delicadamente obraste el primer milagro en una fiesta de novios.

Y fuiste bueno con muchas madres que te salieron por los caminos de tu tierra. Te conmovió muy hondo la viuda de Naím, cuyo hijo único llevaban a enterrar, te emocionó la oración de la extranjera que te suplicaba por su hija cruelmente atormentada. Acogiste con bondad a las madres que te presentaban sus hijitos para que los bendijeras. Tú interpretaste sus deseos, con más honda comprensión que tus discípulos, y proclamaste que deseabas verte rodeado de los niños.

Te ruego que me des corazón de madre que perdone, acoja y adivine las necesidades de los míos. Te suplico que me concedas espíritu de sabiduría, de entendimiento y de consejo para juzgar con rectitud y acierto las actitudes de mis hijos, sus descarríos, sus esfuerzos y para darles el atinado consejo, cuando necesiten volver al buen camino o afirmarse en él. Dales valor a mis lágrimas cuando lloren por los hijos enfermos o desviados. Gracias, Señor, por tu presencia en mi hogar.

Amén.

Tomado del libro Oremos viviendo el amor y la misericordia de Dios No 3

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

Santa Sede

oración de una madre

ORACIÓN DE UNA MADRE