Quiero estar preparado, por Ti y contigo,
para que la dureza de la cruz no me sorprenda
y que lejos, de asustarme,
vea en ella un exponente y un altavoz de tu gloria.
Quiero mantenerme en forma,
para no perder el ritmo de la fe
y no se apague el brillo de mi esperanza.
Porque, temo que si Tú no vas conmigo,
el maligno aproveche cualquier fisura
y se adentre en lo más hondo de mis entrañas.
ENTRÉNAME, SEÑOR
Quiero jugar contigo el gran partido de la Pascua;
ahora, con el color morado de la penitencia,
pero pronto, en la alborada de Resurrección,
con el color blanco del triunfo de la VIDA
Sí; Señor, quiero que en estos 40 días
me enseñes a mirar hacia el cielo, me indiques como entregarme a mis hermanos
me recuerdes que,
en la sobriedad y no en la abundancia,
está la riqueza y la felicidad de mis años.
ENTRÉNAME, SEÑOR
Y que pueda volver de los caminos equivocados
y que, postrándome ante Ti,
pueda decir sin temor ni vergüenza alguna:
he pecado, no merezco ser de los tuyos,
“trátame como a uno de tus jornaleros”
Necesito correr, Señor,
recuperar el estilo de un auténtico creyente
y hablarte, con oraciones que nacen en el silencio.
Escuchar palabras que sanan y salvan
Corregir pautas y comportamientos,
actitudes y olvidos
que me alejaron de Ti hace tiempo.
ENTRÉNAME, SEÑOR
Y, haz que esta Santa Cuaresma,
sea una oportunidad para acercarme a todo ello.
Amén.
Autor: Javier Leoz
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, 9-11
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Capítulo 6, 12-15
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Capítulo 6, 16-18
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Capítulo 6, 19-21
No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo 6, 22-24
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Capítulo 6, 25-27
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
Capítulo 6, 28-30
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
Capítulo 6, 31-34
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.