CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

LECTIO FEBRERO 11 DE 2024

6to del Tiempo Ordinario

EL PRIMER MISIONERO DE JESÚS:
La curación de un leproso
Marcos 1, 40-45

Introducción

El relato que leemos en este domingo, el último de la serie de milagros inaugurales, presenta a Jesús en el máximo de su reconocimiento en Galilea: “Acudían a él de todas partes” (1,45).

Precisamente uno que viene donde Jesús, acercándose de forma imprudente, es un leproso. El relato está lleno de emociones, construido a partir de movimientos, con fuertes contraposiciones coloreadas con ricas evocaciones simbólicas. La emoción se siente de comienzo a fin.

El relato se va moviendo pausada y gradualmente hacia el momento cumbre en el que aquel que había sido marginado convoca, con el testimonio de su curación, la Galilea entera ante el Maestro Jesús.

La obra de Jesús es insuperable: sea por la grandeza de la obra que realiza como por la multitud de personas que atrae. El Hijo de Dios supera a los grandes hombres de Dios que conocíamos en el Antiguo Testamento.

1. El texto y su estructura

Leamos Marcos 1,40-45:

“40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»
41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo:  «Quiero; queda limpio.»
42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.
43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes”

(1) Encuentro entre Jesús y el leproso (1,40a)
(2) Curación del leproso (1,40b-42)
Solicitud de la curación (1,40b)
Curación (1,41)
Constatación de la curación (1,42)
(3) Envío del hombre sanado (1,43-44)
(4) El hombre sanado pregona la curación: el primer misionero de Jesús (1,45)

El relato se mueve dentro de un arco que presenta en las puntas –al comienzo y al final- la aproximación de personas a Jesús: al principio el leproso y al final la multitud son presentados como los que “vienen” (verbo griego érjomai) “donde Él”.

Llama la atención a primera vista:

• Jesús aparece en comunión con la Ley de Moisés –manda al leproso a presentarse a los sacerdotes en el v.44- pero también en contraposición a ella –se hace impuro al tocar al leproso en el v.41-.

• Ni el leproso hace lo normal, que es alejarse gritando “impuro”, “impuro, “impuro”; ni tampoco Jesús lo hace: lo toca. Dos acciones prohibidas.

Entremos en este pasaje sorprendente, al hilo de los pasos del relato.

2. Encuentro entre Jesús y el leproso (1,40a)

“Se le acerca un leproso…”

No sabemos donde ni cuando sucede este episodio del evangelio. Marcos va al grano: un leproso “viene donde Él” (=Jesús).

Del fondo de un escenario impreciso emerge el hombre necesitado, es llamado “un leproso”.

Para nosotros los lectores se abre entonces otro escenario, cuyo trasfondo en los relatos bíblicos del Antiguo Testamento, nos permite captar la gravedad de la situación: un leproso es una persona triplemente marginada.

• Con relación a Dios

El leproso considerado “impuro”, o sea, lejos de la comunión con Dios, así lo señala la normativa del libro del Levítico (ver abajo las anotaciones a la primera lectura). La causa: la enfermedad era considerada un castigo de Dios. El relato de Marcos parece insinuar que la lepra es un flagelo demoníaco (notemos que Jesús actúa como en un exorcismo: 1,42).

• Con relación al pueblo

Por la misma razón anterior, el leproso era apartado de su comunidad de Israel. Siempre debía mantenerse lejos de la gente; si bien sabemos que esto no se aplicaba estrictamente sino para la entrada a la ciudad de Jerusalén.

Al leproso se le acababan todas las antiguas relaciones: para su familia, sus amigos y sus conocidos, era una persona muerta. Se le tenía asco. Cuando se aproximaba a un lugar habitado tenía que advertir su presencia con una campanita y decir que era leproso. ¡Qué humillación!

• Con relación a sí mismo

La autoestima de un leproso debía ser baja: no sólo soporta grandes dolores sino que nota cómo va perdiendo su integridad física, su belleza. Siente su mal olor sin poder hacer nada. No sólo los otros tienen repugnancia de él, sino también él de sí mismo.

El dolor de una persona así no puede ser mayor: el rechazo social, el que se considere que ni siquiera Dios lo ama, el asistir conscientemente a la putrefacción de su cuerpo.

Pues bien, él “viene” donde Jesús. De esta forma rompe las reglas sociales y religiosas: un leproso no debe acercarse a una persona sana sino gritarle desde lejos (ver Levítico 13,45-46).

Ya podemos comprender quién es el que “viene” donde Jesús:

(1) Un hombre que se presenta ante Jesús con una situación humanamente incurable.
(2) Un hombre valiente –o quizás atrevido- que rompe las reglas poniendo en peligro de exclusión social y religiosa a Jesús.
(3) Un hombre que comprende lo que le ofrece la Buena Nueva de Jesús: el poder de Dios puede sanarlo.

3. Curación del leproso (1,40b-42)

Las primeras palabras del relato nos han introducido en el contexto del episodio, entremos ahora a considerar la acción.

3.1. La solicitud de la sanación (1,40b)

“…Suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme’”

La súplica del leproso representa un desafío para Jesús y al mismo tiempo muestra qué idea tiene del precedente actuar del Maestro y qué expectativas le ha suscitado.

La manera como el leproso implora su sanación contiene todos los elementos de una oración propiamente dicha. Lo hace en forma gestual y en forma verbal, pero expresando en el fondo una gran convicción.

(1) El gesto: “Puesto de rodillas”

El gesto es de profunda reverencia.

Así también ora Jairo, el jefe de la sinagoga y padre afligido de la niña que será resucitada (ver 5,22), e igualmente la anónima y angustiada madre en Tiro (7,25).

(2) Las palabras: “Le dice…”

Con las palabras expresa confianza.

El leproso usa dos verbos con los cuales apela a:

• El libre querer, la voluntad, el deseo de Jesús: “Querer”, “Si tú quieres…”.
• El poder de Jesús, el reconocimiento de su capacidad: “Poder”, “Tú puedes…”.

(3) La convicción profunda que habita esta oración

En otras palabras, el orante reconoce que es suficiente que Jesús quiera para que suceda algo que parece imposible, la curación más difícil que es casi como la resurrección de un muerto. Ya Job (18,13) había dicho que la lepra era “el primogénito de la muerte”. No menos terribles habían sido las palabras de Aarón cuando la lepra de su hermana María: “No sea ella como quien nace muerto del seno de su madre, con la carne medio consumida” (Números 12,12).

En el fondo subyace la confesión de fe bíblica que proclama el poder absoluto de Dios: “Todo es posible para Dios” (10,27). De la misma forma orará Jesús en el Getsemaní: “Todo es posible para ti” (14,36ª); y luego se abandonará filialmente en el “querer” del Padre: “Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (14,36b). Uno no puede dejar de ver en esta ocasión cómo la expresión que decimos con frecuencia, “Si Dios quiere”, tiene un profundo sentido.

¿Sobre qué recaen las acciones pedidas a Jesús?

Anteriormente en la sinagoga, Jesús había mostrado el poder de su palabra (ver 1,25.27). Ahora se suplica que lo vuelva a hacer en un acto de purificación: “Puedes limpiarme”. A diferencia de los sacerdotes del Templo, quienes declaraban cuándo una persona ya estaba limpia, lo que se le pide a Jesús es la limpieza-curación misma.

Veamos cómo Jesús confirma su poder divino –en calidad de portador del Espíritu e Hijo del Padre (ver 1,10-11) anunciador del Reino (ver 1,15)- con la declaración explícita de su voluntad y la potencia de su palabra.

3.2. La curación (1,41)

“Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero; queda limpio’”

El “Quiero” está ambientado desde un gesto que proviene de un sentimiento, de la profunda sintonía entre el sanador y el sanado.

Algunos textos antiguos colocan aquí “Airado”, indicando, de esta forma, el combate con furia por parte de Jesús con la terrible enfermedad.

La traducción que seguimos opta por “Compadecido de él”, indicando más bien que el impulso que parte del interior de Jesús es más bien de misericordia, gracias a una captación honda y a una apropiación personal de la dura situación del enfermo.

Jesús no se contenta con mirar desde lejos la miseria del leproso sino que se identifica con su realidad y la carga sobre sus hombros a la manera del siervo sufriente de Isaías 53,11 (ver las reflexiones de Pablo al respecto en 2 Corintios 5,21 y Gálatas 3,13).

Ahora bien, notamos en la sanación una entrega total de Jesús mediante un movimiento que se desencadena en lo profundo y se exterioriza en la mano que se extiende hasta alcanzar el contacto físico con el hombre llagado y marginado. Finalmente, lo gestual se vuelve verbal: el poder de la Palabra.

(1) Los gestos: “Extendió la mano… le tocó”

Vemos los dos pasos de una imposición de manos, lo cual es una forma de transmitir la potencia, pero sobre todo de expresar gestualmente la voluntad.

Hay un trasfondo bíblico. En el Antiguo Testamento, Dios se manifestaba “con brazo extendido” que realizaba prodigios: “Os salvaré con brazo extendido” (Éxodo 6,5; ver 15,16 y también el poder de Dios por medio de los gestos de Moisés en 4,4; 7,19; 8,1; 9,22; 14,16,21,26).

La mano se extiende para tocar. Para Marcos el contacto físico es importante (ver 3,10; 5,27.28.31; 6,56; 7,33; 8,22; 10,13), es una forma de comunicación honda que vehicula algo de sí mismo.

No puede dejar de verse aquí un gesto de valoración y de acogida del hombre rechazado. “Uno toca a quien ama” (Mons. Oscar Urbina). No es solamente una cuestión de curación física.

(2) Las palabras: “Quiero, queda limpio”

Las palabras verbalizan lo ya dicho con el gesto.

Es notable cómo los verbos de la orden de Jesús corresponden puntualmente con los de la petición del leproso. Jesús confirma la idea que el enfermo tiene de él: ¡actúa con el poder de Dios!

3.3. La constatación de la curación (1,42)

“Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio”

La curación es “al instante”. Jesús actúa como Dios: basta que quiera una cosa para que ella suceda enseguida.

Veamos el hecho. El tema de la purificación aparece por tercera vez consecutiva: “Puedes limpiarte” (1,40), “Queda limpio” (1,41)  y “Quedó limpio” (1,42). Esta secuencia de voces (del enfermo, de Jesús y del narrador que haces las veces de observador externo) muestra linealmente cómo la oración ha sido atendida.

Marcos nos invita a apreciar el valor de lo ocurrido: el querer de Jesús tiene un poder inmenso. ¿Qué otra cosa podríamos lograr los hombres con nuestra simple voluntad al enfrentar las enfermedades?

Jesús actúa como Dios: basta que quiera una cosa para que ella suceda. El leproso es curado al instante de la enfermedad.

4. Envío del hombre sanado (1,43-44)

“Le despidió al instante prohibiéndole severamente: ‘Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio’”.

Enseguida viene una nueva orden, no para la enfermedad sino para el hombre que estrena nueva vida. Tiene dos componentes:

(1) Uno negativo: lo que no debe hacer, esto es, guardar el secreto de lo sucedido. La finalidad es evitar la publicidad y el boato populachero que expone a Jesús a la manipulación de quienes buscan su poder sin comprender cuál es su profunda identidad mesiánica, o sea, sin dejarlo revelarse y cumplir a cabalidad la misión para la cual vino (esto es el “secreto mesiánico”).

(2) Uno positivo: lo que sí debe hacer, que es proceder como manda la Ley de Moisés al respecto, pero no como simple cumplimiento de una normativa sino “para que le sirva de testimonio”: no una acusación sino como demostración y anuncio concreto del acontecer del Reino de Dios.

Las palabras de Jesús atribuyen la “limpieza” (o purificación) del leproso a la obra de Dios y lo reintegran a su comunidad de vida y de culto, a la asamblea del Pueblo de Dios, con todos sus derechos y deberes.

5. El hombre sanado pregona la curación: el primer misionero de Jesús (1,45)

45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes”.

El pasaje termina de forma inesperada. El hombre sanado no acepta restricciones y desobedece la orden de Jesús: “Divulga la noticia”. El mandato dado “severamente” no consigue reprimir el “entusiasmo” de esta persona. Puede decirse que Jesús puede controlar la enfermedad pero no el corazón del hombre.

El efecto se hace notar enseguida. Es doble:

(1) Ahora el marginado es Jesús

Jesús debe quedarse fuera de los centros urbanos, “en lugares solitarios”. Esto puede entenderse de dos maneras:

• Ahora es él quien está en la situación del leproso: éste sería el doloroso costo del servicio.
• Jesús quiere mantener el propósito del secreto que había pedido: no quiere populismo.

(2) La evangelización del (ex) leproso es eficaz

La predicación del (ex) leproso es testimonial y consigue atraer ríos de gente hacia la persona de Jesús.

La forma verbal de la frase “acudían (venían) a él de todas partes”, genera un efecto: una acción prolongada y constante de ríos de personas que –como lo hizo inicialmente el leproso- “vienen” donde Jesús. El progresivo reconocimiento de Jesús por parte del pueblo, en este primer capítulo del Evangelio, llega a su punto culminante.

El punto es que no sólo la fama de Jesús se difunde. Sino que –como una onda expansiva- continúa creciendo la confianza en Él. Esto es lo que logra el primer misionero del Evangelio.

Una inquietud conecta la primera con la última página del Evangelio:

Si este hombre no fue capaz de quedarse callado cuando Jesús se lo pidió, entonces ¿qué habrá que esperar al final del Evangelio cuando se mande a hablar? (ver: “Id a decir…”; 16,7).

El pasaje termina con una especie de aclamación coral, pero sólo con gestos, que proclama la grandeza de Jesús en la sanación realizada. La predicación se vuelve testimonial y no se restringe a un solo aspecto, ni a un solo lugar ni a pocas personas, sino a “todos” (ver la última línea del texto). ¡Este es el ideal de la evangelización!

De la experiencia del leproso aprendemos que el Dios de Reino predicado por Jesús es poderoso y que se la juega toda por nosotros. Indudablemente Él es superior a todas las fuerzas y poderes. Ahora bien, cuándo y de qué modo esto suceda, debemos dejarlo determinar por él.

6. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia

“Señor, si quieres…”

“‘Señor, si quieres, puedes curarme’ (Marcos 1,40). ¡Qué gran prudencia y fe la de este leproso que se acerca a Cristo! No interrumpe su discurso, ni se atraviesa entre la multitud de oyentes, sino que espera el momento oportuno… Y no se lo pide de cualquier manera, sino con mucho fervor, postrándose a sus pies, con fe sincera y con una opinión correcta acerca de Él.

En efecto, no le dice: ‘Si tu le pides a Dios…’; o ‘Si le pidieras…’; sino: ‘Si quieres, puedes curarme’.

No le dice: ‘Señor, ¡cúrame!’, sino que más bien le confía todo a Él y da testimonio así que Él es Señor para curar o no, reconociendo el pleno poder que le asiste.

Y ¿qué dice el Señor para confirmar la opinión de aquellos que contemplaban estupefactos su poder, Él que tantas veces habló con humildad de muchas cosas que no se adecuaban a su gloria? Él dice: ‘Quiero, queda curado’ (Marcos 1,41).

A pesar de haber realizado tantos y tan extraordinarios milagros, no consta que alguna vez haya hablado como lo hizo en esta circunstancia. Aquí, en efecto, para confirmar en el pueblo y en el leproso la fe en su poder, dice primero: ‘¡Quiero!’. Y no lo dice sin hacerlo, sino que enseguida de las palabras sucede el hecho”.

(San Juan Crisóstomo, Hom. in Mt. ev., 25, 1)

7. Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón

7.1. ¿Qué implicaba ser leproso en los tiempos de Jesús? ¿Quiénes son hoy los leprosos?

7.2. ¿Qué cosas prohibidas hacen tanto el leproso como Jesús?

7.3. ¿Cuáles son las características de la oración del leproso? ¿Qué aprendo para mi vida de oración?

7.4. ¿Cómo cura Jesús al leproso? ¿De dónde parte? ¿Cuáles son los pasos? ¿Qué significado tienen?

7.5. ¿Qué perfil de discípulo y de misionero se deduce en el comportamiento del Leproso? ¿Qué enseñanza sacamos para la misión?

P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM

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