CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

LECTIO ABRIL 21 DE 2024

Cuarto Domingo de Pascua B
Domingo del Buen Pastor

LA EXCELENCIA DEL PASTOR
(Juan 10,11-18)

Introducción

La imagen del Pastor indica relacionalidad profunda y por eso puede ayudarnos a buscar el camino de oración propio de la Biblia.

En la pedagogía bíblico-espiritual de la Iglesia, la alegoría del Buen Pastor se proclama el cuarto domingo de Pascua porque quiere ayudarnos a tomar conciencia de que Jesús es el Pastor que dio su propia vida para darnos vida y ahora está en medio de nosotros conduciéndonos en la historia como Señor Resucitado.

Vamos a profundizar en la relación que Jesús tiene con nosotros hoy y también en el tipo de relaciones que nos invita a establecer con los demás, siguiendo la pista de Juan 10,11-18:

“Yo soy el Buen Pastor.
El Buen Pastor da su vida por la ovejas.
Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan las ovejas.

Yo soy el Buen Pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo.
Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente.
Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre”.

1. Contextualicemos

“Pastor” indica relacionalidad

Para que entendamos la importancia que tiene en la Biblia el tema del Pastor, es bueno que refresquemos un poquito el contexto.

Los beduinos del desierto nos dan hoy una idea de lo que era en otro tiempo la vida cotidiana en las tribus de Israel: en esta sociedad, la relación entre pastor y rebaño no es únicamente de tipo económico, basada en el interés, en el provecho que el pastor le pueda sacar a sus ovejas para subsistir él y su familia: sacarle la lana, beber su leche, hacer deliciosos asados con su carne, venderlas cuando necesita dinero, etc. En otras palabras no es una relación de “propiedad”.

En la Biblia, como sucede también hoy con los beduinos del desierto, entre el pastor y su rebaño se desarrolla una relación casi personal.  Día tras día se la pasan juntos en lugares solitarios mirándose el uno al otro, sin nadie más en el entorno.  El pastor termina conociendo todo sobre cada oveja y cada oveja reconoce y distingue, entre todas, la voz de su pastor, que habla con ella con frecuencia.

En la historia de la revelación aparece con frecuencia esta imagen

Precisamente porque la relación entre el Pastor y sus ovejas representaba una de las relaciones más estrechas que se podían observar en la cotidianidad de un israelita, se explica por qué Dios utiliza este símbolo para expresar su relación con su pueblo elegido y con toda la humanidad.  Uno de los Salmos más bellos del salterio describe la seguridad que un orante tiene de que Dios es su Pastor: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (23,1).

Pero esto vale también para las relaciones humanas, de ahí que en la Biblia el título de pastor también se le de, por extensión, a todos aquellos que imitan la premura, la dedicación de Dios por el bienestar de su pueblo.  Por eso a los reyes en los tiempos bíblicos se les llama pastores, igualmente a los sacerdotes y en general a todos los líderes del pueblo.

En este orden de ideas, cuando un profeta como Ezequiel se refiere a los líderes del pueblo, los llama pastores, pero ya no para referirse a la imagen que deberían proyectar, de seguridad, de protección, sino a lo que realmente son: líderes irresponsables que llegan incluso hasta la delincuencia para sacar ventaja de su posición mediante la explotación y la opresión.

Es así cómo al lado de la imagen del buen pastor aparece también la del mal pastor o del mercenario.  En el profeta Ezequiel, en el capítulo 34, encontramos un juicio tremendo contra los malos pastores que se apacientan solamente a sí mismos y por eso vemos que Dios, Él mismo, decide ocuparse personalmente de su rebaño: “Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él” (Ezequiel 34,11).

La gran responsabilidad de un pastor: la vida de la oveja

El criterio para distinguir un buen y mal pastor era su sentido de la responsabilidad.  El Pastor en Palestina era totalmente responsable de las ovejas: si algo le pasaba a cualquiera de ellas, él tenía que demostrar que no había sido por culpa suya.

Observemos rápidamente algunas citas impresionantes:

Amós 3,12: “Como salva el pastor de la boca del león dos patas o la punta de una oreja, así se salvarán los hijos de Israel”. El pastor debe salvar todo lo que pueda de su oveja, ni que sean las patas o la punta de la oreja de su oveja.

Éxodo 22,9.13: “Si un hombre entrega a otro una oveja o cualquier otro animal para su custodia, y éstos mueren o sufren daño o son robados sin que nadie lo vea… tendrá que restituir”.   En este caso el pastor tendrá que jurar que no fue por culpa suya (v.10) y traer una prueba de que la oveja no había muerto por culpa suya y de que él no había podido evitarlo.

En fin, el pastor se la juega toda por sus ovejas, aún combatiendo tenazmente contra las fieras salvajes, haciendo gala de todo su vigor e incluso exponiendo su vida, como vemos que hizo David de manera heroica con las suyas: “Cuando tu siervo estaba guardando el rebaño de su padre y venía el león o el oso y se llevaba una oveja del rebaño, salía tras él, le golpeaba y se la arrancaba de sus fauces, y se revolvía contra mí, lo sujetaba por la quijada y lo golpeaba hasta matarlo” (1 Samuel 17,34-35).

La premura del Pastor: un amor que vivifica

Todo lo que vimos anteriormente es lo que Dios hace con los suyos. Los orantes bíblicos, como lo hace notar el Salmo 23, encontraban en la imagen de Dios-Pastor su verdadero rostro: su amor, su premura y su dedicación por ellos. En Dios encontraron su confianza para las pruebas de la vida. Ellos tenían en la mente y arraigada en el corazón esta convicción: «Sí, como un pastor bueno, Dios se la juega toda por mí”.

Ellos tenían la certeza de que Dios siempre estaba cuidando de ellos y combatiendo por ellos. Así predicaba el profeta Isaías: “Como ruge el león y el cachorro sobre su presa, y cuando se convoca contra él a todos los pastores, de sus voces no se intimida, ni de su tumulto se apoca; tal será el descenso de Yahvéh de los ejércitos para guerrear sobre el monte Sión y sobre su colina” (Isaías 31,4).

Y en el texto de Ezequiel, que ya mencionamos, vemos que nada se le escapa al compromiso y al amor de Dios-Pastor: “Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma” (Ezequiel 34,16).

2. El tema central de Jn 10,11-18

Jesús en el evangelio retoma este esquema del Buen y del Mal Pastor, pero con una novedad. Él dice: “¡Yo soy el Buen Pastor!”. La promesa de Dios se ha convertido en realidad, superando todas las expectativas. Jesús hace lo que ningún pastor haría, lo que ningún pastor por muy bueno que sea se atrevería a hacer: “Yo doy mi vida por las ovejas”.

Leamos despacio el texto y subrayemos las insistencias:

– Dos veces dice: “Yo soy el Buen Pastor” (vv.11 y 14).
– Cinco veces se dice que “da la vida (por las ovejas)” (vv.11.15.17 y 18).
– Cuatro veces se dice que el Buen Pastor “conoce” y “es conocido” (vv.14 y 15), conduciendo así a una gran relación de comunión entre las ovejas, entre ellas con él y de todos juntos con el Padre (v.14-16).

(Podemos también por nuestra propia cuenta hacer un pequeño listado de las acciones -reflejadas en los verbos- que caracterizan a Jesús)

De esta manera, el discurso de Jesús sobre el Buen Pastor se va desarrollando despacio, haciendo anotaciones precisas sobre el “hacer” característico de Jesús con sus discípulos y conduciendo al lector-oyente hasta la contemplación de su gran obra por los suyos: el misterio pascual y su don.

En el desarrollo de esta parte de la catequesis de Jesús, distingamos dos partes:

a. Los versículos 11-13, que trazan el contraste entre el Buen y el Mal Pastor, lo que podríamos llamar “el verdadero pastor”.
b. Los versículos 14-18, que describe el rol del Buen Pastor, lo que podríamos llamar: “la excelencia del Pastor”.

3. El verdadero Pastor (Jn 10,11-13)

“11 Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por la ovejas.
12 Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa,
13 porque es asalariado y no le importan las ovejas”.

Notemos las siguientes afirmaciones de Jesús:

(1) Es “Pastor Bueno”

Conviene aquí hacer una anotación sobre el vocabulario utilizado en el evangelio.  En griego hay dos palabras que se traducen por “bueno”: (1) el término “agathós”, que describe la cualidad moral de una persona que es buena; (2) el término “kalós”, que también se traduce como “bello”, el cual le añade a la bondad una cualidad encantadora que hace a la persona que la posee atractiva y simpática (como cuando decimos: “¡Es una bellísima persona!”, refiriéndonos a sus cualidades internas como la amabilidad, la paciencia, la disposición para el servicio, etc.) y que hace que todo mundo quiera ser amigo de esa persona.

Cuando leemos “Buen Pastor”, vemos que en griego dice “Kalós”, es decir, el “pastor bello”, indicando así que más que la eficacia (administrativa) lo que le caracteriza es la belleza integral de su personalidad. Junto con la fuerza y la eficacia, en Jesús “Buen Pastor” se refleja su amor y su simpatía.

(2) Tiene “sentido de pertenencia”

A él “le pertenecen las ovejas”. Y por esto mismo es “confiable”, perseverará en sus responsabilidades cueste lo que cueste.

En tiempos de Jesús el verdadero pastor lo era de nacimiento, podríamos decir que lo hacían por “vocación”.  Un pastor así no se ocupaba de nada más, las ovejas eran el motivo de sus desvelos y cuando se levantaba por la mañana corría alegre a cumplir con su deber.

En cambio había personas que no encontraban empleo en el pueblo y, ante la falta de alternativas, no les quedaba más remedio que ir al campo a pastorear ovejas, de ahí que no sentían mucho aprecio por la responsabilidad de su tarea, se volvían simples “asalariados” y por lo tanto “mercenarios” (este era su “negocio”, el valor mayor era su propia subsistencia).

A diferencia del “asalariado”, el buen pastor considera a sus ovejas como propias y por lo tanto no espera una paga. El que trabaja por el provecho que pueda sacar a su servicio, no piensa más que en el dinero y cuando éste –o cualquier otra gratificación falta- no persevera.  Pero donde hay sentido de pertenencia hay amor y donde hay amor hay gratuidad.

La motivación fundamental del buen pastor es el amor y quien ama antes que esperar recibir lo que quiere es dar.  El verdadero amor  lleva hasta el don de la propia vida: “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13).

(3) Su compromiso no tiene límites

Y este compromiso es por la vida: “Yo he venido para tengan vida y la tengan en abundancia” (10,10).

Pero Jesús va más allá, no es suficiente decir que ha venido a dar vida, lo que llama la atención es el “cómo”: su manera de trabajar por la vida es dando la propia, “El buen pastor da la vida por las ovejas”.  El Pastor auténtico no vacilaba en arriesgar y en dar su vida para salvar a sus ovejas ante cualquier peligro que las amenazara.

Es decir: no repara ni siquiera en su propia vida, nos ama más que a su propia vida y de este amor se desprende todo lo que hace por nosotros.

Esto es lo que se va a profundizar enseguida en los vv.14-18: la “excelencia del pastor”.

3.1. La excelencia del Pastor (Jn 10,14-18)

“14 Yo soy el Buen Pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,
15 como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo.
18 Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre”.

Esta sección se va mucho más a fondo, considerando ahora únicamente la figura del “Pastor Bueno” (que cumple los tres requisitos anteriores) delinea la belleza su personalidad, o mejor de su espiritualidad, de su secreto interno, respondiendo a estas preguntas: ¿Qué significa dar vida ofreciendo la propia? ¿Cuál es el contenido de esa vida? ¿A qué debe conducir? ¿Cuál es la raíz última de toda la entrega del Pastor?

En otras palabras, nos encontramos aquí con el contenido de la relación del buen pastor con sus ovejas.  Esta es:

(1) Una relación ardiente (Jn 10,14-15)

La relación del buen pastor con sus ovejas no es fría, material, impersonal, sino que está moldeada en la relación más cordial y personal que existe: la comunión del Padre y del Hijo (ver la introducción y la conclusión del Prólogo del Evangelio de Juan 1,1-3 y 18):

“Conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco al Padre” (10,14-15)

“Como me conoce el Padre…”. La actitud de Jesús lleva la impronta de su relación con el Padre.  Padre e Hijo se conocen profundamente, viven en una familiaridad recíproca, se aprecian mutuamente, se aman intensamente.

“Conozco mis ovejas…”. Si la relación de Jesús con nosotros es de este tipo, podemos apreciar que la relación del pastor es una relación “volcánica”, apasionada, ardiente de corazón.  Si él es así con nosotros, también nosotros debemos serlo con él: “las mías me conocen a mí”.

¿Por qué Juan prefiere aquí el término “conocer”? Porque el “amor” está basado en el “conocimiento” personal.  Para Jesús-Pastor “Bueno”, no somos números, él conoce nuestra historia, nuestras dificultades, nuestros defectos y todas nuestras características.

Porque nos conoce nos ama, es decir, nos acepta tal como somos y nos sumerge en la comunión con Él.

Pero hay que ver también lo contrario: es necesario que “Jesús” no sea para nosotros un simple nombre, hay que aprender a conocerlo cada vez mejor, precisamente como el “Buen-bello Pastor” y tejer una relación profunda y fiel de amor con él.

La relación con Jesús “Buen Pastor” es la de una íntima comunión. El Buen Pastor no nos mantiene a distancia, no quiere mantenernos pequeños e inmaduros. Debemos madurar cada vez más para llegar a ser capaces de entrar en comunión personal con él.

(2) Una relación en la que caben todos (Jn 10,16)

La comunión que se construye con Jesús comienza a abarcar, poco a poco, todas nuestras relaciones y apunta a la unidad de la vida (con todas sus diversidades y complejidades) en el amor de Jesús.

El amor presupone el “conocimiento” y luego apunta hacia la unidad de las diversidades porque el amor es “unificante”:

“También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor”.

La premura de Jesús pastor no se limita al pueblo de Israel.  Él ha recibido del Padre la tarea de cuidar toda la humanidad, de hacer un solo rebaño, una comunidad de creyentes en Él.  Ésta es, en última instancia, su misión.  Nadie es excluido de su cuidado pastoral, así la presencia del amor de Dios en Él vale para todos los hombres.

Podemos ver en esta gran unidad dos líneas históricas:

(1) una vertical, que unifica pasado, presente y futuro (comunidad de Israel, comunidad de los Doce, comunidad de todos los futuros creyentes en Cristo) y (2) una horizontal, que unifica a los diversos grupos de creyentes en Cristo y con ellos incluso a los no creyentes.

Por medio de Jesús, que es el único Pastor, y por medio de la comunión con él todos (y todas las comunidades) están llamadas a convertirse en una gran comunidad. Esta comunidad, que los hombres nunca podremos obtener por nosotros mismos (por más coaliciones que hagamos), será obra suya.

Sabremos vivir en comunidad cuando tengamos la mirada puesta en Jesús, el único Pastor.  La excelencia de todo pastor está en saber construir unidad dondequiera que esté, y no en torno a él sino a Jesús.

(3) La fidelidad: raíz del amor apasionado y unificante del  Pastor Bueno (Jn 10,17-18)

La catequesis sobre el Buen Pastor termina con una contemplación del “misterio pascual”.  El atardecer de la vida del Pastor, su gloria, su plenitud es la entrega de su propia vida en la Cruz: la hora de la fidelidad.

“Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo.
Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente.
Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre”.

Este último criterio de la “excelencia” del Pastor está relacionado con el anterior. Notemos que en torno al versículo 16 (sobre la unidad a la cual conduce el Pastor) se repite (como enmarcándola) la frase: “doy mi vida”. Se entiende entonces que Jesús construye la “gran unidad” en la Cruz; efectivamente, él murió “no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,52).

Pero observando internamente esta última parte, notemos que la referencia a Dios-Padre enmarca los versículos 17 y 18: “Por eso me ama el Padre…” y “esta es la orden que he recibido de mi Padre”. La relación de Jesús con el Padre explica su fidelidad y esta fidelidad es la que sustenta su “excelencia”:

Se trata de una fidelidad:

– Sostenida por el amor fundante del Padre.
– Vivida desde la libertad.
– Expresada en la obediencia.

Esta fidelidad toma cuerpo:

– En el “dar” y “recibir” (notar la repetición de los términos).
– También en la “autonomía” (tengo “poder”) y la “responsabilidad” (“para” o “en función de”)
– En la escucha del mandato (la “orden”) y la respuesta (la obediencia: “lo he recibido”).

Notemos finalmente que en el centro se afirma: “Yo la doy (mi vida) voluntariamente”. Y enseguida se dice: “Tengo poder para darla y poder para recibirla de nuevo”.  En última instancia el “poder” de Jesús (término que se repite dos veces) se ejerce en la responsabilidad del “darse” a sí mismo apoyado en el amor fundante del Padre, de quien lo recibe todo (la vida siempre es recibida) y con quien tiene un solo querer (la raíz de su vida es el amor maduro: el que se hace uno solo con el amado).  Esta es la gran conciencia de Jesús en la Cruz, la que lo acompaña en el momento sublime de dar “vida en abundancia” a todas sus ovejas.  Todo está basado en este arrojo increíble del amor de Jesús.

4. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia

“Que con Cristo haya venido el Buen Pastor a la tierra, lo afirma Él mismo: ‘Yo soy el buen pastor. El buen pastor ofrece la vida por las ovejas’ (Juan 10,11).

Él es también el Maestro que anda en búsqueda de compañeros y colaboradores para sanar el mundo entero, y dice: ‘Aclamad al Señor, tierra entera” (Salmo 99,2).

Por lo tanto, debiendo subir al cielo, confía sus ovejas a Pedro para que las guíe: ‘Pedro, ¿Me amas? Apacienta mis corderos”.

Y para no perturbar con una forma autoritaria el frágil inicio de un regreso, sino para ampararlo con la bondad, repite: ‘Pedro, ¿Me amas? Apacienta mis ovejas’.

Recomienda las ovejas y recomienda sus crías, porque el pastor sabía que sus ovejas serían fecundas. ‘Pedro, ¿Me amas? Apacienta mis corderos (Jn 21,15-17).

A estos corderos, Pablo –compañero del pastor Pedro- les daba leche abundante diciendo: ‘Os di de beber leche, no un alimento sólido’ (1 Corintios 3,2). Lo mismo sentía el santo rey David, y por eso exclama: ‘El Señor es mi pastor, nada me falta; me lleva a descansar en verdes prados, hacia aguas de reposo me conduce’ (Salmo 22,1-2)”.

(San Pedro Crisólogo, Discurso 6)

5. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

5.1. ¿A quién se dirige hoy esta bellísima página del “Buen Pastor”?  No olvidemos que la leemos en cuanto discípulos, en cuanto comunidad, pero también en cuanto “Presbíteros”.

5.2. ¿Qué correlación hay entre los tres momentos de la vida del Pastor en Jn 10,1-18 y las etapas de nuestro ministerio?

5.3. ¿Cuál es la diferencia entre el Buen y el Mal Pastor? ¿Qué es lo que identifica a un “verdadero” pastor? ¿Qué implica particularmente desde nuestro contexto latinoamericano?

5.5. ¿Cuáles son los valores en los que se verifica que un Pastor alcanza un alto grado de “excelencia”? ¿En qué está basada la “excelencia?

P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM

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