CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

Traslado

Traslado

Pocos años permaneció la milagrosa Imagen en el pueblo de Oyacachi, al cabo de los cuales fue trasladada al lugar donde actualmente es venerada ¿Qué extraños sucesos motivaron esta traslación? ¿Por qué el primitivo santuario   levantado con tanta fe   y   devoción, al resplandor de tan raros y magníficos portentos, se eclipsó súbitamente y desapareció para siempre? La respuesta es que, la ingratitud humana olvida fácilmente los más insignes beneficios del cielo, e inutiliza y deshace las grandes obras de la misericordia divina en favor de los pueblos.

El cacique o gobernador de Oyacachi llevaba muchos años de casado, y no había obtenido de su enlace fruto alguno de bendición; por lo que impetró de la Santísima Virgen que, entre tantos favores que dispensaba   a todos en su santuario, le otorgase a él la gracia de tener sucesión.

La Divina Madre oyó benigna estos ruegos, y le nacieron al cacique dos hermosos niños gemelos que regocijaron grandemente no sólo a sus padres sino a toda la tribu.

Para festejar este fausto acontecimiento congregó el cacique a los principales de su pueblo y del de los indígenas llamados Amelizas, sus amigos y vecinos. Reunido con ellos celebró un festín, y hallándose en medio de la zambra, afectado con los vapores del licor, olvidado de cuanto debía a la fe católica, y recordando las supersticiones en que había nacido, ordenó traer la cabeza de un oso, y se la colocase en un sito a modo de altar. Para adornar aquello acudieron a los vestidos y joyas de la milagrosa Imagen de María y consumada esta profanación, el cacique y todos los concurrentes adoraron a la fiera, convertida ya para ellos en ídolo y objeto de su culto.

Apenas llegó a Quito la noticia de semejante atentado, apoderóse la indignación de todos los ánimos; las personas más respetables acudieron a la autoridad eclesiástica de la diócesis, y le hicieron presente que era indispensable y necesario que se arranque la sagrada Efigie de manos de aquellas personas y se traslade a pueblo de cristianos de fe más depurada y segura.

1604

Esto acontecía por los años de 1604, quince años después que Diego de Robles dejara la hermosa estatua en poder de los Oyacachis, y cuando en aquel entonces era obispo de Quito el celosísimo y piadoso Fray Luis López de Solís, religioso de la orden de S. Agustín, que había tomado posesión de su cargo en 1594.

Este Prelado prudente y bien informado de todo lo acaecido, ordenó que la portentosa Imagen de la Santísima Virgen fuese trasladada del pueblo naciente de Oyacachi al vecino del Quinche, más antiguo y mejor cimentado en las costumbres y vida cristiana; quizás fue movido a hacer esta elección por el Cura de esta última parroquia, Diego de Londoño, que trabajó con más empeño y ardor que nadie en arrancar la estatua de María a las profanaciones de los indígenas de aquella región.

Desde el traslado mencionado, la prodigiosa Efigie es conocida en nuestra historia religiosa, y por todo en el Ecuador, con el título de Nuestra Señora de la Presentación, del Quinche. La primera denominación parece habérsela dado por cuanto el 21 de noviembre fue colocada la santa Imagen entre las solitarias breñas de nuestra cordillera, y por conmemorar la Iglesia en esa propia fecha el misterio de la Presentación de la Virgen Santísima en el templo. Efectivamente, desde el primer santuario, ese es el día en que se ha celebrado siempre la fiesta principal de esta magnífica advocación mariana