CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

54. SÉPTIMO ACTO DE REPARACIÓN

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago de los ingratos más que olvido, negligencia y menosprecio! vednos postrados ante vuestro altar para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que en todas partes hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordamos que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad, de la cual nos dolemos ahora vivamente; deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su indiferencia, o no quieren seguiros como Pastor y Guía, o conculcando las promesas del bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos; las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes; la profanación de los días festivos; las execrables injurias proferidas contra Vos y contra vuestros Santos; los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al orden sacerdotal; las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo sacramento de Amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones, que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por Vos fundada.

¡Ojalá nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre!

Mas entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen nuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción, que Vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, reparemos los pecados propios o ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos, además, por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que se vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh Benignísimo Jesús! por intervención de la Santísima Virgen Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, dónde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vives y reinas, Dios por todos los siglos de los siglos.

Amén.

 Fuente: Manual de Piedad Misioneros Oblatos

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