CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

SANTIAGO 1:26

SANTIAGO 1:26

CAPÍTULO 1, 5-8

Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, y se la dará.
Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte.
Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste,
un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos.

CAPÍTULO 1, 9-12

El hermano de condición humilde gloríese en su exaltación;
y el rico, en su humillación, porque pasará = como flor de hierba: =
sale el sol con fuerza y = seca la hierba y su flor cae = y se pierde su hermosa apariencia; así también el rico se marchitará en sus caminos.
= ¡Feliz = el hombre = que soporta = la prueba! Superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman.

CAPÍTULO 1, 13-17

Ninguno, cuando sea probado, diga: «Es Dios quien me prueba»; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie.
Sino que cada uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce.
Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte.
No os engañéis, hermanos míos queridos:
toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación.

CAPÍTULO 1, 18-22

Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas.
Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea = diligente para escuchar y tardo = para hablar, tardo para la ira.
Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas.
Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos.

CAPÍTULO 1, 23-27

Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo:
se contempla, pero, en yéndose, se olvida de cómo es.
En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz.
Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana.
La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.

Fuente: http://www.vatican.va/archive/ESL0506/__P10C.HTM

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