De regreso a la casa del Padre
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Una feliz semana para todos. Dios la colme de bendiciones y a nosotros nos regale la fuerza necesaria para llevar la vida con alegría y serenidad día a día sabiendo que somos pasajeros sembradores de amor en esta tierra.
El texto del Evangelio de este domingo 32 del tiempo Ordinario (Lc. 20, 27-38) termina con una expresión que nos llena de esperanza: Para Dios todos están vivos, esto significa que de la muerte somos rescatados.
Dios mismo nos toma para sí, nos transforma en ángeles.
Esto es con la muerte el cuerpo termina, se destruye la morada terrenal, pero queda el espíritu: esa presencia de Dios que todos llevamos, que nos hace esencialmente imagen y semejanza de Dios y que al perder el cuerpo (que fue necesario para estar en el mundo y desarrollar el ser que Dios nos dio) vuelve al ser de Dios, ser ángeles, creaturas espirituales.
La revelación que nos hace Jesús sobre lo qué pasará después de nuestra muerte aclara muchas dudas, aleja temores y sobre todo nos anima a que demos lo mejor de cada uno mientras estemos en la tierra, que para eso hemos venido y a que nunca perdamos nuestro horizonte ya lo que nuestro fue y será el cielo.
Nuestro lugar es el corazón de Dios.
El ser humano, desde este texto del Evangelio, podría definirse como caminante, como presencia de Dios y como noticia de eternidad. Caminamos hacia el cielo. Estamos de regreso a la casa del Padre y como el camino es corto, entonces nos preocupamos y con eso también nos preparamos, preocupados por dar lo mejor de cada uno. Y lo mejor está dentro, en el corazón que es la morada de Dios y pedazo de cielo que se hace palpable en nuestras acciones. Dios es de vivos allá en el cielo como aquí en la tierra.
Venimos vivos a asumir la condición humana y gracias a la muerte vivimos el regreso a la eternidad. Esta vida entonces no aparece como una pausa en la eternidad sino como un momento de la misma. La tarea aquí es llevar a plenitud el reino, vivir el proyecto de amor que Dios tiene y ser buena noticia, alegría para la vida de los demás.
Pero al regresar al Padre las cosas no serán como aquí, serán como son allá: todos en Dios, en su corazón; todos como pensamiento y Palabra llena de vida en el mismo Padre. Dios no vive rodeado de muertos, todos hemos tenido, tenemos y tendremos la eternidad.
Vivamos a plenitud cada día y anticipemos el gozo de la eternidad aquí en la tierra.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
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