CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA EL FIN DE SEMANA: MARZO 31 DE 2016.

PARA EL FIN DE SEMANA: MARZO 31 DE 2016.

Domingo de la misericordia.

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo cordial que va cargado de la alegría pascual, esa que produce saber que el Señor está con nosotros y que nos da la fuerza que necesitamos para salir de los miedos y encierros. No es tiempo de dudas, no es tiempo de “tocar” para creer. Ha llegado el tiempo de ser dichosos porque creemos sin haber visto, porque nos fundamos en la Palabra de Dios que es viva y es eficaz y porque sentimos que nuestro corazón arde de amor cada vez que Jesús parte para nosotros el pan en la Eucaristía.

El próximo domingo nos encontraremos con el texto de Jn. 20, 19- 31 que nos habla de lo acontecido al anochecer del día de la resurrección. Para los discípulos ha sido una jornada cargada de sorpresas, los comentarios van y vienen. Muy temprano las mujeres han ido al sepulcro y no han encontrado el cuerpo del Señor, se habla de apariciones, que lo han visto, que a María la ha llamado por su nombre, que un ángel les ha dicho que no está. Luego que Pedro y Juan han entrado al sepulcro y ciertamente no estaba el cuerpo; que Juan se acordó de lo que el Señor había prometido y era que iba a resucitar el tercer día. Los soldados que dicen que unos se han robado el cuerpo y en cambio los que ya se iban para Emaús volvieron porque vieron al Señor que se hizo reconocible cuando partió el pan para ellos.

Todo en ese primer día es confusión y los discípulos están reunidos, confundidos, con miedo, encerrados. El miedo ha tomado fuerza y se encierran, ¿qué será?, ¿qué haremos?, ¿qué irá a pasar? Y de pronto se aparece Jesús a los que están reunidos. Ya no razones para discutir. ¡Es verdad, ha resucitado, está entre nosotros! Ha venido al lugar de los miedos, del encierro, de las preocupaciones, de las discusiones, de las divisiones. El Señor ha cumplido su palabra y ya no tenemos razones para dudar. Algún día pusimos la confianza y la esperanza en Él y ahora Él mismo ha venido a nuestro encuentro, como siempre lo ha hecho, para calmarnos, darnos la paz y alegrarnos de corazón. Nos ha devuelto la esperanza.

Ahora más que nunca entendemos que el proyecto de Dios sigue adelante; que el mundo, el ser humano, todo lo creado, vale la pena y por eso haremos lo que está de nuestra parte para salvarlo. Nos faltaban las fuerzas, nos faltaba una noticia que alegrara nuestros días y Jesús se nos aparece, nos alegra y nos regala el Espíritu Santo.
Ha llegado entonces el tiempo de sentirnos capaces, de romper con los miedos y de abrir las puertas. Nos espera un mundo que necesita convertirse a Dios y a las personas mismas. Nos espera un mundo que necesita de un testimonio de generosidad, de amor, de perdón. Nos espera un mundo que necesita entender que todos somos amados, dignos y sobre todo, que en cada uno está presente lo más divino de Dios que es su amor. El amor de Dios tiene rostros como son el tuyo y el mío, el del que no cuenta y el del que cuenta. Llegó el tiempo de que los humildes, los sencillos, los limpios de corazón, los pobres en el Espíritu, los mansos, los misericordiosos y los que trabajan por la paz se tomen el mundo, se apoderen del corazón de los demás y hagan del mundo un lugar en donde la paz y la justicia sean los frutos propios de la Pascua del Señor.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.

PARA EL FIN DE SEMANA: MARZO 31 DE 2016.

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