
La efigie de Nuestra Señora del Quinche es una estatua de madera, de unos sesenta y dos centímetros de altura, desde los pies hasta la coronilla de la cabeza; cuidadosamente tallada en toda su extensión, pintada y estofada con algunos adornos de oro en el vestido. Se encuentra muy bien conservada, pues sin duda la hicieron de cedro escogido e incorruptible.
Realzan su hermosura el ovalado rostro, gracioso semblante y tez morena.
No son ya las vestiduras de esparto los arreos con que tan bella se manifiesta en el santuario; ostenta lujosísimos brocados de oro y plata con finos encajes y piedras preciosas. Llaman la atención el cetro, que es de oro, así como la corona del Niño Jesús y la de la Santísima Virgen, con engaste de resplandecientes joyas. Son de plata maciza y de labor esmerada la media luna que está a sus pies y la peana en que descansa.
El escultor español que trabajó la obra era probablemente de la escuela sevillana, y así imprimió, en el rostro de la Imagen, algo de esa belleza ideal y toda del cielo que se admira en las vírgenes de Murillo. Tiene la Imagen una dulzura, gravedad y modestia encantadoras; el aire y majestad de una reina; el atractivo y ternura de una madre; las facciones todas bien proporcionadas, suaves y delicadas; los labios finos, las cejas negras y bien arqueadas; en suma, es una de las efigies más hermosas de cuantas de la Virgen Santísima se veneran en América.
Vístenla de brocados y otras telas preciosas, engalánanla con joyas de alto valor, y asiéntanla sobre una elevada peana de madera, cubierta de planchas de plata maciza y adornada con una media luna del propio metal. El rostro del Niño no es menos hermoso: tiene la diestra levantada en actitud de bendecir, y con la otra mano sostiene el globo coronado de la cruz.
La Inmaculada Madre empuña con la mano derecha el cetro, y con la izquierda estrecha al divino Infante.
En cuanto al culto de que esta devotísima Imagen ha sido objeto desde el principio, diremos que no hay otra advocación de la Santísima Virgen que tanto despierte el fervor y entusiasmo de Quito y los demás pueblos y ciudades de todo el norte de la República. La noticia de mayor júbilo para la Capital es hacerle saber que va a trasladarse a ella la veneranda Efigie de María; porque eso equivale a anunciarle que va a ser bañada por raudales de celestes y extraordinarias bendiciones.
Todas las clases sociales se ponen en movimiento para honrar a la Virgen; no pocas personas avanzan hasta el Quinche, y las demás se preparan a asociarse al magnífico recibimiento que la ciudad entera ha de hacer a la Reina del cielo.
Es importante mencionar que, en 2015, el Santo Padre el Papa Francisco visitó a Nuestra Señora de El Quinche en su Santuario imponiéndole un rosario con el cual pedía bendiciones para su pontificado.
