CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

HOMILÍA SEPTIEMBRE 11 DE 2022

CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA SEPTIEMBRE 11 DE 2022 – XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ex 32,7-11.13-14 – Sal 50 1Tm1,12-17 Lc 15,1-32

Completamente seguro de la importancia que tiene cada una de las lecturas que se proclaman domingo a domingo, y sin desconocerlas, quisiera enfatizar en esta oportunidad en el santo Evangelio según San Lucas.

En este evangelio un tanto extenso, Jesús nos plantea tres parábolas a saber:

1. La oveja perdida
2. La moneda perdida y
3. El Padre misericordioso

Con respecto a la primera parábola, es bueno detenernos a pensar en dos situaciones

La primera tiene que ver con la alegría que siente el pastor al haber encontrado la oveja perdida; alegría que le hace llegar a casa, llamar a los amigos y vecinos y participarles de su felicidad; es decir, no se guarda la felicidad y la alegría para sí, no se guarda esa buena noticia para sí; al contrario, la comunica, la hace pública, la da a conocer, la transmite; y esto es exactamente la evangelización. El contenido de la evangelización es la alegría del pastor, y esa alegría se llama Jesucristo.

La segunda situación tiene que ver con la oveja perdida hay ovejas que se pierden o extravían del redil conscientemente, se alejan del redil a sabiendas que les espera la perdición, la soledad y el fracaso; son las ovejas que han cerrado su corazón a Jesucristo el buen Pastor, les gusta la independencia, la autonomía y la libertad, y cuando las han obtenido no saben que hacer con ellas. Pero hay también otras ovejas que se extravían del redil inconscientemente, son aquellas que se distraen con facilidad, a menudo piensan en un mundo imaginario, y así resultan perdidas; éstas últimas se dejan encontrar y Jesús se las pone sobre los hombros, mientras las primeras ni se dejan encontrar ni se dejan echar sobre los hombros.

La segunda parábola referida a la moneda perdida

Nos ha de hacer pensar que ésta es nuestra vida y que tal vez la mujer representa a Jesús; es decir, nosotros como moneda, como tesoro, estamos en las manos de Jesús, le pertenecemos, somos su máxima posesión; Él nos busca siempre, desbarata y barre la casa hasta que nos encuentra y cuando nos encuentra se pone feliz, al igual que cuando el pastor rescató a la oveja perdida.

Pero pudiéramos pensar también a la inversa de lo antes planteado, la moneda puede ser Jesucristo y nosotros la señora, interpretación que implica ponernos en camino, en movimiento y en actitud de búsqueda y por tanto no seríamos felices hasta tanto no hayamos encontrado a esa moneda a ese tesoro escondido, a ese Jesús de Plata, a esa moneda preciosa del Padre Celestial.

Una vez encontrada la moneda, necesariamente nos espera el compartir esta alegría con los amigos y los vecinos, esto es evangelizar.

Finalmente hablaremos de la tercera parábola referida a tres personajes, un papá, un hijo menor y otro mayor.

Empecemos por el hijo menor, éste se fue lejos de la casa de su padre, se marchó a un país extraño y estando allá, casi pierde su dignidad humana, mientras que los cerdos tenían que comer, él no tenía que comer, cayó bajo, hasta casi la animalidad. Se trata pues de afirmar que el estar lejos de Dios, implica el pecado elevado a su máxima expresión y nos vamos lejos. Menos mal que este pecador tuvo la valentía de volver al lugar a donde lo tenía todo y no a una casa, sino a Dios. El hijo mayor por su parte, representa la comodidad, la costumbre, la rutina, la poca creatividad, el estar ocupado en el diario vivir, sin vislumbrar un futuro y conformándose con el presente.

A este hijo mayor su padre lo invitó a entrar a la fiesta y le rogaba y este hijo no quiso; rechazó la fiesta de la Sagrada Eucaristía y eso que había permanecido muy cerca de su padre. En cambio el pecador – el hijo menor arrepentido y convertido posibilitó la fiesta, porque como dice la Sagrada Biblia, habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se convierta.

Finalmente hablando del Padre, podemos definirlo como el lleno de misericordia, como el lleno de amor, como aquel que pronuncia siempre la palabra más bella: HIJO.

Hijo lo llamó al menor y también al mayor y le dijo a cada uno lo siguiente: «Tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo». Lo anterior también nos lo dice a nosotros.

Que nuestra Madre del Cielo, nos ayude a entender la Palabra de Dios y a ponerla en práctica.

P. Ernesto León D. o.cc.ss

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