CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

HOMILÍA PARA EL 2 DE JUNIO 2019

CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL 2 DE JUNIO DE 2019 – LA FIESTA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. CICLO C.
Hch 1,1-11; Sal 46; Hb 9, 24-28; 10, 19-23; Lc 24,46-53

Queridos hermanos y hermanas:

Con la fiesta de la ascensión del Señor, se suscitan en el corazón del mundo creyente varias meditaciones, a saber: en primer lugar la comprensión de la promesa hecha por Dios desde antiguo a su pueblo, nos referimos a lo plasmado ahora en el Capítulo 1 de los Hechos de los Apóstoles: “La promesa de la venida del Espíritu Santo”, claro está, una vez cumplida la gran promesa de la salvación encarnada en Jesucristo su Hijo amado.

El envío del Espíritu Santo en el marco de la ascensión del Señor significó para los apóstoles, “fortaleza a la hora de anunciar el evangelio en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo”, sin la cual su acción evangelizadora habría sido inútil y por lo tanto estéril.

En este sentido fue la presencia del Espíritu en la vida de los apóstoles la que hizo posible su configuración con Cristo y con sus acciones salvíficas, por su influjo misterioso, tuvieron el empuje necesario para no huir con cobardía de Jerusalén, lugar en el que se le dio muerte a Jesús; significando con esto que allí donde se gestó la muerte del Salvador debía florecer la predicación apostólica de la vida y del amor; fue por la asistencia del Espíritu como los apóstoles se convirtieron en hombres aguerridos y audaces a la hora de dar testimonio de Jesucristo como el sentido de su vida y de la historia.

Fue en el momento de la ascensión del Señor cuando los apóstoles iluminados por el Espíritu Santo, descubrieron que la acción salvífica de Jesucristo debía continuar con el anuncio de la Buena Nueva soportado por sus actos de misericordia, perdón y compasión.

A manera de primera conclusión podemos decir que la fiesta de la ascensión del Señor debe entenderse como el evento que sirvió de plataforma para la continuación de la predicación evangélica en todo el orbe de la tierra, y todo esto, bajo el criterio claro de la acción del Espíritu Santo.

En segundo lugar, y situados en la carta a los Hebreos, el autor sagrado nos muestra que la ascensión del Señor se debe entender como “Su entrada no en un Santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros”;  cuestión que nos lleva a pensar en el camino que el Señor abrió a los cristianos para encontrarnos un día cara a cara con Dios nuestro Padre, se trata de entender que producto de su ascensión, todos nosotros contamos ahora con la posibilidad de acceder hasta la presencia de Dios con un corazón puro y con unas manos limpias, purificación que el Señor llevó a cabo con el derramamiento de su sangre preciosa por amor a nosotros.

Su ascensión nos muestra que nuestro reto es perfeccionarnos día a día a imagen de Cristo

Reconociéndonos hombres y mujeres en camino de santidad para llegar al cielo, entendido como la experiencia de la cercanía con Dios Padre quien hace que las cosas, el mundo y nuestro corazón sean nuevos. A manera de segunda conclusión es importante afirmar que la fiesta de la ascensión del Señor se ha de constituir para nosotros en meta y camino de nuestro destino, pertenecemos al aquí y al ahora, pero nuestro corazón debe anhelar siempre el cielo.

Finalmente e iluminados por el santo evangelio de hoy, es necesario comprender que en el contexto de la ascensión, Jesús por la acción del Espíritu insufló en los apóstoles la fuerza necesaria para pregonar la Palabra.

Los bendijo

Es decir se quedó para siempre con ellos, su gracia y su presencia serían los puntales de la acción evangélica en el mundo; inspiró en ellos un gozo especial para orar y por eso dice el evangelio que “estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”; por su ascensión, Jesucristo los capacitó como hombre nuevos, capaces de entender que su ausencia se convertiría en una eterna presencia gracias a la asistencia del Espíritu Santo en sus vidas.

Bajo la lógica de lo mencionado podemos concluir que nosotros como pueblo creyente y animados por la tierna intercesión de María Santísima hemos de intentar no apegarnos a los bienes de aquí abajo porque éstos se terminan, y sólo Dios permanece, hemos de considerarnos hombres y mujeres en camino de perfección, nadie está hecho, todos los días podemos nacer de nuevo y ser mejores, cada minuto se convierte en una nueva posibilidad de enmendar nuestros errores en pro de nuestra configuración con Cristo; en síntesis, aceptándonos como hombres y mujeres de esta tierra elevemos por un instante nuestra mirada y nuestro corazón hacia el cielo, para reconocer que allá Dios nos espera, pues él es nuestro destino y nuestra meta definitiva.

P. Ernesto León D. o.cc.ss

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