CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

HOMILÍA PARA EL 12 DE JUNIO 2016

CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
2Sam 12,7-10-13; Sal 31; Ga 2,16.19-21; Lc 7, 36-8, 3

En el undécimo domingo del tiempo ordinario, y de acuerdo al contenido del Evangelio según san Lucas 7,36 – 8,3, encontramos una frase muy significativa para nuestra meditación y a la vez una imagen que merece toda nuestra atención a la hora de escudriñar la palabra del Señor que es luz y vida para el mundo entero.

El que mucho ama, mucho perdona

En primer lugar hablemos de la expresión pronunciada por Jesús, a saber: “el que mucho ama, mucho perdona” o bien, el que poco ama, poco perdona. Esta frase nos lleva a considerar el actuar del fariseo de este evangelio de cara al actuar de Jesús; el fariseo situado en el ámbito de la ley y olvidando a la persona, juzga fácilmente a la mujer pecadora y desde los parámetros de la ley por la ley  la condena, sin darle la oportunidad de reivindicarse o de redimirse señalándola con su dedo acusador; pues, seguramente su amor era mínimo y como resultado de esto, le era imposible conocer el perdón; situación que lo condujo a juzgar a la mujer visceralmente sin reparar que él podía en algún momento violar la ley, excediendo los comportamientos de la pecadora.

Por su parte, Jesús, aquel que nos amó primero, derrochando su amor por la humanidad presente en el rostro de la pecadora, lo único que le ofreció fue su perdón y esto gracias a su amor. Desde esta perspectiva, notemos cómo a fuerza de amor es que se consigue el perdón, a fuerza de amor es como se da  la redención y  a fuerza de amor es como se logra la salvación.

Mientras el fariseo condenaba a la mujer con la fuerza de la ley, Jesús la absolvía con la fuerza del amor.

En definitiva, Jesús cuando le dice a la mujer: “Tus muchos pecados te son perdonados, porque tienes mucho amor” y luego “Tu fe te ha salvado, vete en paz”; le manifiesta abiertamente que la ama y por eso la perdona; tal es el ejemplo de Jesús para nosotros, ejemplo que a la postre es una invitación clara a considerarnos mas humanos para no juzgar a quienes comparten nuestra misma humanidad.

En segundo lugar fijemos nuestra atención en la imagen de LA MUJER ARRODILLADA A LOS PIES DE JESÚS y al mismo tiempo observemos la imagen de JESÚS POSTRADO ANTE LOS PIES DE SUS APOSTOLES; en el primer caso se trata de la humanidad entera postrada ante la divinidad, es la mujer lavando con sus lágrimas los pies de Jesús, es la mujer enjugando con sus cabellos los pies del Divino Caminante, es la mujer que perfuma los pies del Hijo de Dios con el bálsamo suave de su amor y su ternura, anhelando firmemente el perdón de Aquél que es el AMOR dado que los suyos la habían condenado.

La postración de la mujer, la postración de la humanidad a los pies del Señor es signo de adoración

Es  signo de humildad, es signo de amor que se puede entender en el marco de la CONSAGRACION en la Sagrada Eucaristía, cuando todos los creyentes doblamos nuestras rodillas ante la presencia de Jesús en el pan y en el vino consagrados, ante la presencia real de Jesucristo en su cuerpo y en su sangre. Es la humanidad arrodillada a los pies de Jesús implorando su misericordia y compasión.

En el segundo caso, Jesús vaciándose de su divinidad y de acuerdo al himno de Filipenses 2, en un acto de absoluta humildad lava los pies de sus apóstoles, lava los pies de la humanidad y además les da un beso, manifestación clara de su amor y su perdón. Si Jesús se arrodilló ante nosotros, ¿por qué nosotros no nos arrodillamos ante Él? Que grande es nuestro orgullo, qué grande es nuestro amor propio, es doloroso saber que mientras con el gesto del lavatorio de los pies, el mismo Dios se mostraba como hombre, todo un Dios arrodillado a los pies de la humanidad; nosotros en cambio siendo hombres queremos manifestarnos como dioses.

Hermanos y hermanas que el Corazón Inmaculado de María, siembre en nosotros la semilla del amor y el perdón para reconocernos necesitados de Dios, necesitados de su compañía y de su infinita misericordia.

P. Ernesto León D. o.cc.ss

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