CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

HOMILÍA JULIO 30 DE 2023

CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A.
1Reyes 3,5-7.12; Sal 118; Rm 8,28-30; Mt 13, 44-52

Queridos hermanos y hermanas; a lo largo de los cuatro evangelios, nos encontramos con variadas y bellas parábolas con las cuales Jesús explicaba el Reino de los Cielos; nos referimos a la parábola del grano de mostaza, la semilla que crece por sí sola (Mc 4,26-29); el que no perdonó a sus compañeros (Mt 18,23-35); el trigo y la mala hierba, los trabajadores de la viña (Mt 20, 1-16), entre otras; pero en este domingo encontramos a nuestra manera de ver las dos parábolas más bellas que convertidas en un himno engrandecen la figura de Jesucristo, contemplado como núcleo del Reino de los cielos; nos referimos a las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa que produjeron en los protagonistas del evangelio inmensa alegría y gozo, veamos por qué.

Parábolas

El hombre que caminaba por el campo, al darse cuenta que estaba allí enterrado un tesoro, sin titubear, decidió vender todos sus bienes para comprar ese campo; en efecto, lo compró y ese día fue feliz. La felicidad de este hombre no fue pasajera, fue duradera porque había descubierto que ese tesoro tenía nombre y su nombre era JESUCRISTO, fue Jesús quien llenó de alegría y nueva vida a ese hombre, los bienes que tenía no habían logrado hacerlo feliz; era un hombre rico pero no feliz, era un hombre que lo tenía todo, menos a Jesús, sus bienes eran su seguridad, pero Jesús era su salvación; sus bienes eran su riqueza, pero Jesús era su tesoro; en definitiva las posesiones que tenía este hombre nunca lo saciaron, pues solo DIOS BASTA.

Hermanos y hermanas, sólo Dios basta, sólo Dios es causa de nuestra alegría, lo demás es basura a decir de San Pablo; sólo Dios le da sentido a nuestra vida no obstante nuestra pequeñez, sólo Dios alegra nuestro corazón mientras lloramos, sólo Él nos capacita para desprendernos de nuestros bienes, sólo Él nos lanza a la transformación radical de nuestra vida; sólo Él hace estallar nuestro corazón de alegría.

Por otro lado, el comerciante de perlas finas, vivía conforme con sus posesiones

Sus perlitas en plural y en diminutivo eran su tesoro, su vida era comerciar todos los días con ellas, compraba unas y vendía otras, por esta razón no permanecían mucho tiempo en sus manos; el mejor postor se quedaba con ellas y él se desprendía de las mismas sin dolor, ellas le daban lo necesario para vivir y de esa manera transcurría su vida.

Hasta que un día encontró una PERLA de mucho valor; de inmediato, vendió sus “perlitas” y compró una sola perla de gran valor, su nombre es JESUCRISTO, ese hombre decidió quedarse con ella para siempre porque cuando la tuvo en sus manos le causó felicidad, alegría y gozo; esta perla preciosa a diferencia de las anteriores le dio sentido a su vida y no solo lo necesario para vivir; con esta perla no negoció más, la guardó para sí como su mayor tesoro, y alegre por tal posesión la depositó en el cofre de su corazón.

Hermanos y hermanas, alegría y  gozo causa  Jesús en nuestra vida cuando descubrimos que Él es nuestro tesoro escondido y nuestra perla preciosa

Experimentamos alegría cuando nos hemos esforzado por lograr esta enorme adquisición; alegría experimenta nuestra alma cuando caminando por el campo de nuestra vida nos encontramos con el tesoro escondido que es Jesucristo; alegría siente nuestro espíritu cuando ha adquirido la perla preciosa de la salvación: Jesucristo el Señor.

Para  Salomón su tesoro fue la sabiduría que viene de lo alto, para el salmista hacer la voluntad de Dios; para el hombre del campo y para el comerciante del evangelio, su tesoro fue Jesucristo; ahora, intentemos de nuestra parte determinar bajo la presencia del Corazón Inmaculado de María, cuál es nuestro tesoro a la luz de la bella expresión pronunciada por Jesús: “Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. (Lc 12, 33- 34)

P. Ernesto León D. o.cc.ss.

HOMILÍA JULIO 30 DE 2023

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