CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

GENEROSIDAD

GENEROSIDAD
GENEROSIDAD

Generosidad (Del lat. generositas, -atis).

f. Inclinación o propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad y al interés.
f. Largueza, liberalidad.
Valor y esfuerzo en las empresas arduas.
Nobleza heredada de los mayores.

Fuente: Diccionario de la Real Academia Española

La alegría de compartir

Si te fijas, muchas personas tienen más cosas de las que necesitan para estar bien. A pesar de lo que parece no son tantos los objetos realmente indispensables. Con seguridad en tu mesa hay una naranja, o una pieza de pan extra, que podría alegrar a muchos niños. Hay quien tiene la costumbre de acumular más y más objetos sin compartirlos con los demás. Esa es una persona mezquina. Tal actitud está acompañada siempre de egoísmo, o falta de disposición para ayudar a los otros en aspectos importantes de su vida. Quienes no saben compartir llevan una existencia solitaria y aislada y se pierden uno de los mayores placeres: observar cómo disfrutan los demás el esfuerzo que se hizo por amor a ellos. No hay mayor alegría que la de una madre cuando ve que la familia saborea el platillo que ella preparó con cuidado y dedicación.

Viviendo el Valor

El valor de la generosidad consiste en dar a los demás más allá de lo que nos corresponde por justicia u obligación. Implica la capacidad de salir de nosotros mismos y, por un acto de amor, enfocar las necesidades de los otros. Se expresa en diferentes dimensiones de la acción humana. En la dimensión material significa compartir nuestras pertenencias. En la dimensión espiritual consiste en poner nuestras capacidades y atributos al servicio de quienes nos rodean mediante una acción objetiva de ayuda.

Dar y recibir

El reparto de los bienes en el mundo no es uniforme. Unos tienen más y otros menos. Cada persona, además, cuenta con características diferentes y particulares. La generosidad nos permite buscar el equilibrio entre las pertenencias y las características para construir grupos humanos basados en un sentimiento de cariño. Cuando nosotros no tenemos la fuerza suficiente para cargar un mueble, una persona generosa puede ayudarnos a hacerlo.

Si dos niños que pasan por la calle no tienen ropa ni comida, nosotros podemos buscar algo en casa y, simplemente, dárselos. Cuando un amigo o miembro de nuestra familia se encuentre triste o enfermo podemos ofrecerle nuestro consuelo. Si no entendemos una clase, nuestro compañero de banca puede explicarnos… La lista no se acaba nunca. Ser generoso no es dar lo que nos sobra, sino dar lo mejor que tenemos, y también saber recibir lo mejor que tienen las otras personas.

Para la vida diaria

Aprende a compartir todas tus cosas: quizás una prenda de ropa, algún libro o tu comida. Tu compañía y tu conversación pueden ser de gran ayuda para otra persona.
Aprende a recibir. Cuando alguna persona que te aprecie te ofrezca algo que considera importante o valioso, acéptalo como muestra de ese cariño.
No tengas demasiado apego a los objetos: pueden ir y venir. Es más importante cuidar a las personas y sus sentimientos que a las cosas.

Por el camino de la generosidad

Ser generoso significa estar dispuesto a dar todo sin esperar algo a cambio.
Aprende a dar de forma desinteresada.
Ayuda a quien no tenga forma de recompensarte. Esa es la verdadera generosidad.
Mucha gente piensa que la generosidad sólo se relaciona con el dinero. Aprende a cuidarlo pero nunca le des más valor que a las personas y sus sentimientos.

Conoce a Gilberto Bosques: la lucha por el prójimo (1892-1995)

Originario de Puebla y forjado en la lucha magisterial Gilberto Bosques combatió en la Revolución de 1910.

Ingresó al servicio diplomático mexicano en 1939 cuando el presidente Lázaro Cárdenas lo envió como cónsul general en Marsella, Francia. Eran tiempos difíciles pues Europa estaba en graves conflictos. Muchos huían de los desastres de la Guerra Civil Española y miles de judíos deseaban quedar a salvo de la persecución de los nazis.

Como cónsul, Bosques instruyó al personal de su oficina para auxiliar y facilitar los trámites a cualquier persona que deseara venir a vivir a México. Tras invadir Francia los nazis lo capturaron y lo mantuvieron preso durante un año en la ciudad alemana de Bad Godesberg, cerca de Bonn. Cuando fue liberado y volvió a su patria miles de refugiados acudieron a la estación de trenes para darle la bienvenida y reconocer la generosidad de quien les había salvado la vida.

El 4 de junio de 2003 se le dio el nombre de “Paseo Gilberto Bosques” a una importante calle de Viena que conmemora su labor.

Cuento

Una docena de galletas

En Albany, la colonia holandesa, vivía el panadero Van Ámsterdam, célebre por su honestidad ya que siempre daba a sus clientes lo que correspondía al importe que pagaban. Su tienda permanecía ocupada a todas horas, en especial a inicios de diciembre: el día 6 se festeja a San Nicolás y se acostumbran las galletas de jengibre, con la forma del santo, decoradas con azúcar blanca y roja.

Una tarde entró a al negocio un anciana, envuelta en un chal negro.
—Una docena de galletas, por favor —pidió.
Van Ámsterdam puso doce en una bolsa.
—Aquí tiene.
—Espere, pedí una docena, y me está dando doce.
—Sí, una docena son doce
—No, son trece.
—No señora. Cada cliente obtiene las que paga. Ni más ni menos.
—Pues entonces no las compro. Buenas tardes. Aprenda a contar… —dijo la anciana al salir.

Desde ese día, el negocio empezó a ir mal. Los pasteles no se cocían, la tarta de manzana quedaba ácida, las galletas se quemaban. Los clientes preferían otras tiendas.

Transcurrió un año.

La panadería estaba vacía. Para el día de San Nicolás Van Ámsterdam preparó las galletas de siempre. No vendió una sola y, muy triste, se fue a dormir.

Soñó con San Nicolás. En el sueño, el panadero era de nuevo pequeño, y estaba rodeado de otros chicos como él. San Nicolás sacaba un regalo y otro de su saco. ¡Nunca se terminaban y siempre había más! Cuando él se acercó el enorme hombre vestido de rojo, recibió una bolsa de las propias galletas que él preparaba. Al levantar la cabeza para darle las gracias vio que ya no se trataba del santo, sino de la anciana del chal negro.

El panadero despertó y pensó. “Ya entiendo. Siempre doy a mis clientes las galletas que pagan. Ni una más. ¿Por qué no hacerlo?”
Al día siguiente horneó de nuevo. Las galletas quedaron riquísimas. Acababa de ponerlas en la vitrina cuando vio entrar a la mujer del chal negro.
—Por favor, una docena —pidió.

El panadero contó doce galletas y una más.

—Desde hoy las docenas incluyen trece.
—Veo que ya aprendió a contar —comentó la mujer antes de salir.
Por un momento los ojos de Van Ámsterdam parecieron jugarle un truco: en vez del chal negro vio el traje rojo de San Nicolás.
El rumor de lo ocurrido se extendió y pronto el negocio estuvo lleno. Los otros panaderos siguieron el ejemplo. Hasta hoy, en la fiesta de San Nicolás es tradición dar trece piezas cuando las personas piden una docena.

—Leyenda neerlandesa.

Cuento

El rico y el pobre

En algún lugar del norte de Europa vivía el conde Walsegg, dueño de una enorme fortuna: entre sus bienes se contaban casas, tierras y animales. Sus negocios lo obligaban a viajar con frecuencia y solía llevar consigo una bolsita con una importante cantidad de monedas de oro. Una vez se le perdió en el camino, pero como llevaba mucha prisa no se detuvo a buscarla.

A la orilla de ese camino vivía Roderick, un hombre muy pobre, dentro de una modesta choza en la que apenas tenía lo necesario. Una mañana que salió a buscar algunas hierbas para comer, se encontró la bolsita llena de relucientes monedas. En el pueblo cercano preguntó si no sabían quién era su dueño, pues quería devolvérsela. No logró saberlo.

Esperó varios meses a que apareciera el propietario. Como nadie llegó a pedírsela, después de un año pensó que podía usar las monedas sin sentirse culpable por hacerlo. Con ellas compró una granja y le regaló su chocita a un pobre hombre que no tenía dónde dormir. Mediante su esfuerzo la finca fue prosperando poco a poco. Llegó a ser una de las más hermosas y productivas de la región: contaba con lechones, pollitos y vacas que producían abundante leche.

Pasaron muchos años.

Una tarde el conde Walsseg andaba por el mismo camino. Como se hacía de noche se acercó a la finca y preguntó si podía quedarse allí. Roderick lo invitó a pasar, le asignó una habitación y le propuso que cenaran juntos.

Animados por el calor de la fogata y una jarrita de vino comenzaron a charlar. El visitante, admirado por el orden y riqueza de la finca, le preguntó cuándo y cómo la había comprado

—La adquirí hace varios años gracias a una pequeña bolsa de monedas de oro que encontré en el camino. Nunca pude hallar a su dueño —explicó Roderick.
—¿Cómo era esa bolsa? —preguntó el visitante.
—Pequeña, de piel marrón, con un lazo… ¡Espere! ¡Voy a buscarla para mostrársela!

Al verla, el conde reconoció que era la bolsa perdida años atrás y se lo informó a su anfitrión.

—Entonces toda esta finca le pertenece a usted. Con gusto se la puedo entregar —dijo Roderick.
—No querido amigo. Eres un hombre trabajador y honrado que supo aprovechar bien ese hallazgo y se merece lo que tiene. Disfrútalo —asentó Walsseg antes de despedirse.

—Cuento tradicional nórdico.

Conviene, por una parte ser generoso cuando se da y, por otra, no mostrar dureza en reclamar lo que nos deben, y en toda suerte de transacciones cuando vendemos, cuando compramos, cuando damos o recibimos un alquiler, en las relaciones de vecindad en la ciudad y en el campo, manifestarse ecuánime, afable, dispuesto a ceder en muchos casos de su propio derecho, manteniéndose siempre en lo posible y más que en lo posible alejados de los pleitos.

– Marco Tulio Cicerón, Sobre los deberes. Fragmento.

Generosidad

Frases

Para las almas generosas todas las tareas son nobles.
– Eurípides

«No hay más que uno modo de ser felices: vivir para los demás.»
– Leon Tolstoi

«Una persona generosa experimenta placer al dar y compartir sus bienes con los demás sin temor ni egoísmo.»
-Anónimo

«Nadie tiene más amor que el que da su vida por los que ama.»
– Paul Claudel

«La generosidad no consiste en que me des algo que yo necesito más que tú, sino en darme algo que tú necesitas más que yo.»
-Gibrán Khlail Gibrán

«El que no sirve para servir, no sirve para vivir.«
-Madre Teresa de Calcuta

«La generosidad es el deseo de quien quiere, siguiendo el dictamen de su razón, ayudar a los demás.»
-Baruch Spinoza

«Para las almas generosas, cualquier ocupación es noble.»
-Eurípides

«Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas. No te preocupes de la finalidad de tu amor.«
-Amado Nervo

«El regalo más grande es dar una parte de ti mismo.»
-Ralph Waldo Emerson

«La generosidad no consiste en dar mucho, sino en dar a tiempo.»
-Jean de La Bruyère.

El valor

Fuente: www.valores.com.mx

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