CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

EL PAN NUESTRO DEL 6 DE MAYO (Jn 15,9-11)

Queridos hermanas y hermanos en los CC.SS de Jesús y de María.

El mandamiento del Señor: “Amaos los unos a los otros”, encuentra su raíz en el Evangelio de San Juan (13, 34) y en Jesús que nos dice: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.

Con la expresión, “como yo os he amado”, el Señor nos permite comprender el sentido de lo que debe ser nuestro comportamiento en las relaciones con nuestro prójimo, relaciones de verdadera fraternidad, en las que la caridad, la bondad, la dulzura y todas las expresiones del alma, propia de quienes aman al Señor, se manifiesten en nuestros contextos cotidianos.

En este sentido, la mayor alegría del cristiano es permanecer junto a aquél que es el amor: Jesucristo, quien nos amó primero en el árbol de la cruz de manera ilimitada e incondicional, y que nos enseñó que vivir el mandamiento del amor es cumplir ya y de forma plena la ley y los profetas.

Este fue el ejemplo que recibimos del Señor, amar sin medida y gastar nuestras fuerzas en animar a los decaídos, consolar a los tristes, sanar a los enfermos, perdonar a los pecadores; en una palabra, volcar el rostro y el corazón misericordioso del Señor hacia el servicio a nuestro prójimo, tales son las manifestaciones reales de nuestra vivencia del mandamiento del amor.

Pidámosle a María Santísima que nos enseñe a amar, como ella amó a su Hijo Jesucristo. Ob amorem Dei.

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

 

EL PAN NUESTRO DEL 6 DE MAYO

Más reflexiones del Padre Ernesto León

Santa Sede

EL PAN NUESTRO DEL 6 DE MAYO