CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

EL PAN NUESTRO DEL 31 DE MARZO (Mt 26,14-25)

En el marco de la última cena del Señor, prefiguración de la Sagrada Eucaristía, Jesús desnudó el corazón y las entrañas de sus discípulos, cuando frente al anuncio de su pasión y de su entrega, encuentra en Judas al traidor, aún habiendo compartido con él largas jornadas de predicación y de formación en torno a la Palabra.

Situación que nos lleva a comprender que a través del encuentro personal con Jesucristo en la Eucaristía, él desnuda también nuestro corazón como lo hizo con sus discípulos y nos interpela acerca de nuestras conductas habituales con Él y con nuestros hermanos.

Fue en el ambiente de la cena, cuando Jesús le manifiesta abiertamente a Judas su condición de traidor, a semejanza de lo que hace con nosotros en el silencio de nuestras vidas cuando nos anima a reconocernos pecadores, proclives al pecado y por lo tanto cerrados a su actuar divino en nuestras vidas; desde estos presupuestos no podemos entonces escondernos del Señor porque Él siempre nos descubre, no podemos escapar de su mirada porque ella lo atraviesa todo; no podemos huir de su Palabra porque ella siempre nos desnuda y nos muestra nuestra fragilidad; en último término no podemos ocultarnos de su rostro ni en la profundidad de los abismos ni en las cumbres de las montañas; su mirada y su mano nos descubren. (Sal 139).

Que animados por la intervención amorosa de la Virgen María, podamos acercarnos al Señor en la Eucaristía con un corazón siempre renovado por la Palabra de Dios.

Ob amorem Dei.

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

 

EL PAN NUESTRO DEL 31 DE MARZO

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