CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

EL PAN NUESTRO DEL 26 DE ABRIL (Jn 10, 1-10)

En el evangelio de hoy, San Juan nos muestra a Jesús a través de dos imágenes: El pastor y la puerta. El pastor en el caso de Jesús tiene unas características especiales que lo hacen único y que lo convierten en el buen pastor y son: amor, entrega, sacrificio, cuidado, consuelo, acogida, abrigo, dedicación y escucha; tales condiciones fueron vividas por Jesús hasta el extremo, demostrando con sus actos cotidianos la protección solícita por nosotros sus ovejas.

En medio de la terquedad de su pequeño rebaño conformado por los apóstoles, Jesús el buen pastor les demostró siempre ternura y compasión, en los momentos en que los vio débiles y entristecidos, Jesús el buen pastor los animó con su silbo suave, un silbo de consuelo y esperanza; cuando se dio cuenta del miedo y de la traición de sus ovejas, les prodigó perdón y misericordia. Tales fueron las acciones propias del Señor con su ovejas, a nosotros nos queda el grave compromiso de ejercer nuestro liderazgo y nuestra autoridad al estilo de Jesús, quien no vino al mundo a ser servido sino a servir.

Por otro lado, Jesús es puerta en la medida en que él nos abre el camino para llegar a Dios; desde esta perspectiva, entrar por la puerta de Jesús significa, la posibilidad de encontrarnos con la salvación, con la nueva vida que sólo proviene del Señor, atravesar esa puerta, es descubrir en Jesucristo los pastos verdes de la bendición y de la gracia, la fuente de la vida y del amor.

Hay puertas que nos conducen a felicidades pasajeras, más la puerta de Jesucristo nos lleva al redil de la vida con Dios. “Ob amorem Dei”.

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿Quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿Qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

EL PAN NUESTRO DEL 26 DE ABRIL

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