CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

EL PAN NUESTRO DEL 12 DE FEBRERO (Mc 7, 31-37)

EL PAN NUESTRO DEL 12 DE FEBRERO

El acto por parte de Jesús de separar al hombre enfermo de la multitud, manifiesta la predilección por cada una de las personas, por encima de la masa, que en algún momento ahoga el valor de la individualidad que hace del hombre y de la mujer seres con una caracterización propia, con sueños y proyectos por cumplir en aras de su realización personal.

Normalmente en la Sagrada Escritura, la multitud cumplía dos funciones en lo atinente a los enfermos; en primer lugar posibilitaba el que el enfermo descubriera a Jesús, como en el caso del ciego Bartimeo: «Es Jesús», y en segundo lugar hacía posible la exclusión del enfermo, como se puede notar también en el milagro de Bartimeo: «la multitud le decía que se callara, que no incomodara a Jesús, y entre más se lo prohibían, él más gritaba». Lo anterior nos lleva a pensar que muchos de nosotros podemos como la multitud, acercar a las personas a Jesús o simplemente alejarlas de Él.

En el milagro de hoy, el protagonista es un sordomudo, padece de dos enfermedades, lo cual insertos en la cultura de aquel tiempo, nos lleva a pensar que sus pecados habían sido tan graves, que le mereció cargar con semejante pena; no obstante esto, Jesús lleno de misericordia y de amor por él, toca sus oidos y su lengua, y de esta manera lo sana, devolviéndole de esta manera el valor de su individualidad en medio de la muchedumbre. Hoy le pedimos al Señor que por intercesión del Corazón Inmaculado de María, nos permita escuchar su Palabra y predicarla, pues en esto consiste el verdadero milagro obrado por Jesús en el evangelio de hoy. «Ob amorem Dei».

EL PAN NUESTRO DEL 12 DE FEBRERO

Más reflexiones del Padre Ernesto León

Santa Sede

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

EL PAN NUESTRO DEL 12 DE FEBRERO