CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

DÍA SÉPTIMO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO 12 DE AGOSTO

DÍA SÉPTIMO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO

Oración para todos los días
Oración de S.S. Pio XII a Nuestra Señora del Tránsito.

 

Oh virgen inmaculada, madre de Dios y madre de los hombres: Nosotros creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu Asunción triunfal en alma y en cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por todos los coros de los ángeles y por toda la legión de los santos: nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerte la pleitesía de nuestra devoción y de nuestro amor.

Sabemos que tu mirada, que maternalmente acariciaba la humanidad humilde y doliente de Jesús, en la tierra, se sacia en el cielo a la vista de la humanidad gloriosa de la Sabiduría increada y que la alegría de tu alma, al contemplar cara a cara la Adorable Trinidad, hace exaltar tu corazón de inefable ternura; y nosotros, pobres pecadores a quienes el cuerpo hace pesado el vuelo del alma, te suplicamos que purifiques nuestros sentidos a fin de que aprendamos desde la tierra a gozar a Dios, solo de Dios, en el encanto de las criaturas.

Confiamos que tus ojos misericordiosos, se inclinen sobre nuestras angustias, sobre nuestras luchas  y sobre nuestras flaquezas; que tus labios sonrían a nuestras alegrías y a nuestras victorias; que sientas la voz de Jesús que te dice de cada uno de nosotros como de su discípulo amado: «Aquí está tu hijo» y nosotros, que te llamamos Madre nuestra, te escogemos como Juan, por guía, fuerza y consuelo de nuestra vida mortal.

Tenemos la vivificante certeza de que tus ojos, que han llorado sobre la tierra regada con la sangre de Jesús, se volverán hacia este mundo, atormentado por las guerras, por las persecuciones, y por opresión de los justos y de los débiles, y  entre las tinieblas de este valle de lágrimas esperamos de tu celeste luz y de tu dulce piedad, alivio para las penas de nuestros corazones y para las pruebas de la Iglesia y de la Patria.

Creemos finalmente, que en la gloria, donde reinas vestida de sol y coronada de estrellas, Tu eres, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los santos; y nosotros desde esta tierra donde somos peregrinos, conformados por la fe en la futura resurrección, volvemos los ojos hacia ti, vida, dulzura y esperanza nuestra. Atraemos con la suavidad de tu voz, para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, a Jesús, fruto bendito de tu seno, oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

AMEN.

DIA SÉPTIMO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO

RESURRECCIÓN DE NUESTRA SEÑORA

En manos de Jesucristo había entrado, gloriosísima el alma de María en el cielo a tomar posesión de la felicidad eterna que había alcanzado con sus incomparables merecimientos.

Tres días permaneció el alma santa separada de su cuerpo, después de los cuales bajó Jesucristo acompañado de los Ángeles y de los Santos al sepulcro, donde yacía exánime el cuerpo Virginal.

«Levantaos, Señor, Vos y el Arca que habéis santificado con vuestra presencia», clamaron a una voz los Ángeles y los Santos. Hizo Jesucristo, que la santa alma se uniera al cuerpo que yacía, despojó a éste de las mortajas en que estaba envuelto; vistióle de gloria y claridad, comunicóle la inmortalidad, y adornóle de las demás dotes de los cuerpos bienaventurados, y entre himnos angélicos, elevó a su Santa Madre a la Patria Celestial.

Llegará para nosotros el día de abandonar el sepulcro y, en alma y cuerpo, seremos presentados al juicio de Dios, donde se confirmará, a la faz del mundo, la sentencia que hayamos recibido en el juicio particular. ¿Nos tocará la suerte de hallarnos a la mano derecha del Divino Salvador? ¿Tendremos la dicha de oír de sus labios la sentencia de eterna felicidad? Nuestra vida ha de decirlo. Resolvámonos a observar fielmente la santa Ley de Dios, los mandamientos de la santa Iglesia y las obligaciones nuestro estado; y habiendo vivido santamente, moriremos santamente y disfrutaremos de santa resurrección.

Veamos en qué cosas debemos reformar nuestra conducta, hagamos los propósitos conducentes a nuestra santificación y pidamos gracia para cumplirlos. Pidamos igualmente  las gracias que intentamos conseguir en esta novena.

GOZOS A LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

En cuerpo y alma elevada,

Virgen Madre del Señor:

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

 

En la tierra padecía

tristeza tu Corazón

suspiros en profusión

lanzabas de noche y día

al Cielo, que recibía

tus ansias y tu clamor.

 

Muéstrate, dulce…
Un arcángel refulgente

te anuncia dichosa nueva,

que el Señor Omnipotente

al cielo empíreo te eleva.

¡Oh Madre! contigo lleva nuestro

anhelo y nuestro amor.

 

Muéstrate, dulce…
Aunque el tributo rendiste

que debe la humanidad,

Tú, sin mancha original,

intacto tu cuerpo existe

en la tumba, y Dios lo viste

de célico resplandor.

 

Muéstrate, dulce…
Entre coros celestiales

que te alaban a porfía

del Cielo, gran Madre mía,

atraviesas lo umbrales.

Por nosotros, los mortales,

intercede con ardor.

 

Muéstrate, dulce…
El Empíreo proclamaba

tu dominio universal,

mientras Dios te entronizaba

como Reina celestial:

al inválido mortal

tiende el cetro protector.

 

Muéstrate, dulce…
Haz que toda nuestra vida,

prendados de tus primores,

entonemos tus loores,

te alabemos sin medida:

y haz, también que en la partida

nos admita el Salvador.

 

Muéstrate, dulce…
En cuerpo y alma elevada

Virgen Madre del Señor:

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

ORACIÓN FINAL

Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya desde este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Amén.

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