CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

Para esta semana mayo 15 de 2022

“Ámense los unos a los otros. Como yo los he amado»

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor Jesús que nos ha amado con el amor mismo del Padre, amor que se vuelve entrega por la salvación de cada uno de nosotros.

Desde la experiencia de la fe, la vida tiene a la muerte como su plenitud, como el momento de la gloria. La muerte se vuelve el reflejo de cada uno, de la vida y la manera que tuvo de ser con los demás. Todo lo realizado, lo amado, lo vivido, cobra sentido en la muerte, es ahí donde comenzamos a vivir no solo en la eternidad de Dios sino también en los corazones de quienes nos amaron.

Jesús se queda para siempre y ese quedarse tiene para nosotros una manera nueva y concreta de vivir, de relacionarnos. Jesús al igual que el Padre es amor y así como Él nos ha amado espera que nosotros, sus discípulos, nos amemos. El amor alcanzará todo lo que anhelamos en la vida con respecto a la justicia y a la paz y hará que permanezcamos para siempre en las personas amadas.

Amarnos como Jesús nos amó: un amor lleno de detalles, de paciencia, de comprensión pero sobre todo de compasión y de misericordia. Amar con un amor que sale al encuentro, que se abre a los necesitados; un amor que se hace acogida, respeto por la dignidad de los otros. Amor que al final se hace carne, alimento y bebida que nos llena de vida y nos da la eternidad.

Estamos llamados a amarnos de un modo nuevo, como nos ha amado Jesús. Él es la fuente del amor y si lo tenemos (a Jesús) en el corazón tenemos todo el amor posible para amarnos y para amar a los demás.
El amor debe convertirse en la señal palpable de todos los discípulos de Jesús, de nosotros los cristianos; por el amor que nos tenemos, por la forma de relacionarnos, de respetarnos, de apoyarnos, de luchar por los mismos ideales debemos ser conocidos en el mundo. Ahí está nuestra sal, esa es nuestra luz; el amor es nuestra identidad. Un amor que permite que el cielo y la eternidad se abajen y que el Padre Dios y Jesús su Hijo, hagan morada en cada uno, en nuestro corazón que pasa a ser el lugar del amor.

Hagamos del amor un ejercicio que llene de dignidad a las otras personas y también el reflejo de la experiencia de Dios en la vida.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.

Fuente: https://ocdcolombia.org

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