EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
Fue redactado por este compañero de viaje del Apóstol San Pablo, unos cincuenta años después de la muerte de Jesús, y originariamente formaba un todo con el libro de los Hechos de los Apóstoles. San Lucas no era de origen judío, y su obra está dirigida ante todo a los cristianos que, como él, provenían del mundo pagano. En el Prólogo de su Evangelio hace referencia al proceso de predicación, de transmisión oral y de redacción que precedió a la composición definitiva de los Evangelios.
Uno de los aspectos de la Buena Noticia que más quiso destacar san Lucas es el carácter universal de la Salvación. Jesucristo, en efecto, es el Salvador del mundo entero, y Dios quiere que todos los hombres se salven por medio de Él.
Para Él no hay privilegios de raza, de nacionalidad, de cultura o de clase social.
Pero Dios los reserva para los pobres, para los que aparentemente no valen nada. Ellos son los destinatarios predilectos de la Buena Noticia, los herederos por excelencia del Reino de Dios.
Asimismo, este Evangelio se llama con razón el «Evangelio de la misericordia». San Lucas nos presenta constantemente a Jesús como aquel que «vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (19. 10). Dios es para él, sobre todo, el Padre misericordioso que sale al encuentro de sus hijos extraviados y se llena de alegría al volver a encontrarlos.
Pero el «Evangelio de la misericordia» es también un Evangelio exigente. Su autor insiste en el llamado a la conversión, es decir, al cambio de vida, como condición indispensable para alcanzar la Salvación. El fruto de esa conversión es el gozo que experimentan los que creen en la Buena Noticia y se dejan salvar por ella. Por eso, San Lucas pone tan de relieve la acción del Espíritu Santo, que es la fuente de la verdadera alegría.
El tercer evangelio (San Lucas), es el único que comienza con un prólogo dirigido a alguien concreto, un tal «Teófilo», que al parecer era amigo del autor.
El mismo Teófilo es el destinatario del Libro de los Hechos de los Apóstoles, cuyo prólogo menciona al Evangelio de San Lucas y recuerda su contenido, lo que nos indica que el autor es el mismo (He 1,1-2). Algunos comentaristas, dado su nombre, afirman también que el tal «Teófilo» (nombre que literalmente significa en griego: «el que ama a Dios») podría ser un nombre simbólico o colectivo que denomine a una comunidad. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos se inclinan a pensar que fue una persona real, posiblemente un funcionario romano, que contaría con medios económicos para copiar el escrito que San Lucas le envía y distribuirlo en la comunidad.
La tradición atribuye este Evangelio a San Lucas, que entre el año 70 y el 80 después de Cristo habría escrito dos libros: el Evangelio que lleva su nombre, y los Hechos de los Apóstoles.
Estructura y composición
El libro se divide en seis secciones bastante diferenciadas:
1º) un prólogo (1,1-4); 2º) relatos del nacimiento e infancia de Jesús (1,5-2,52); 3º) el ministerio de Jesús en Galilea (3,1-9,50); 4º) su viaje desde Galilea a Jerusalén (9,51-19,48); 5º) su predicación en Jerusalén (capítulos 20-21); y 6º) su Pasión, Resurrección y Ascensión (capítulos 22-24).
Muchos piensan que San Lucas comparte con San Mateo un documento común, en donde está el Sermón del Monte, así como una versión del Padre Nuestro, más concisa y sencilla que la de Mateo, por lo que algunos estudiosos creen que San Lucas recogió la versión más primitiva, como salió de los labios de Jesús.
Hay también relatos que son exclusivos del Evangelista y resaltan por su belleza
Son tal vez los más conocidos por los cristianos, como el Buen Samaritano, Marta y María, Zaqueo, o las parábolas de la misericordia (ver Caps. 10,15 y 19).
El hermoso cántico llamado Magníficat, que San Lucas pone en boca de la Virgen María, nos muestra muy nítidamente la espiritualidad profunda de esta joven de Nazaret, y la valentía y fe que mostraba.
San Lucas nos habla de que María «guardaba las palabras que oía de su Hijo y de quienes hablaban de Él en su corazón».
Muchos piensan que los recuerdos del Nacimiento de Jesús y de su infancia son tan vívidos e impresionantes que deben provenir de María, que como testigo presencial, sabría ciertamente describirlos tan maravillosamente.
Aunque no podemos afirmar en forma definitiva que San Lucas haya podido hablar con la Virgen, seguramente debe haber recibido de una fuente muy cercana a la Madre de Dios este testimonio.
La Virgen María con su fe y su amor por Dios, muestra su fidelidad y amor por el Pueblo.
Más libros del Nuevo Testamento