PARA ESTA SEMANA SEPTIEMBRE 11 DE 2017
“Nunca tolerantes con el pecado, pero si con el pecador”
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas de Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor y sobre todo mi anhelo de que todos podamos amar a las personas con ese amor compasivo y misericordioso con el que Dios nos ama.
“Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos”. El pecado margina, el pecado (que distancia de los demás) es ya condenación por la soledad que genera, por el mal que hace en la relación con los demás. Lo nuestro, lo propio de los discípulos de Jesús, es y será siempre procurar la salvación de quien peca y para eso hay que buscarlo, invitarlo a un diálogo, hacerle caer en cuenta de su falta (reprender). Nunca la solución frente al que peca será dejarlo solo, marginarlo, condenarlo. Lo nuestro es salvar, amar, ayudar; este siempre será el reto de quien descubre en el amor que quien falla está lleno de oportunidades.
En este proceso de ayudar, de corregir y de procurar el cambio de quien peca, las posibilidades no se agotan, no deben agotarse. Si la persona insiste en el pecado hay que llamar a otros que nos ayuden, que quieran salvar al pecador, hay que buscar a la comunidad para que quien falla se sienta amado, sienta que es importante, sienta que hay una comunidad a la que le duele el pecado y la comunidad ora y ayuda al frágil, en todo sale al encuentro del pecador.
Si el pecador insiste en su mal, en su pecado; no nos damos por vencidos. Volvemos a buscarlo a solas, volvemos a reprenderlo, a hacerle caer en cuenta que nos duele su situación que a todos también nos afecta en cuanto nos aleja de él, de su bondad y del amor con el que podríamos ser amados. Esto es lo que significa considerarlo como un gentil o publicano. Jesús vino a buscar a los pecadores, a sanar a los enfermos. Jesús anduvo con publicanos y comía con ellos. Atentos con condenar, lo nuestro es perdonar.
Nosotros hagamos vida con actos y palabras el amor de Dios, su eterna misericordia.
Jesús vive en nosotros, se hace acción en nuestra súplica. Vamos a unirnos para pedir a Dios nos conceda un corazón lleno de amor y de misericordia. Jesús se encuentra en cada discípulo a través de su Espíritu y por lo tanto está también en medio de la comunidad dando poder, dando fuerza, dando su amor. Nunca perdamos el horizonte: la comunidad está hecha para construir, para evangelizar, para enamorar de Dios, para evangelizar. Esto implica valentía y pasión y misericordia. Vamos despacio, pero vamos seguros, porque Jesús está a la cabeza de este proyecto que se llama Reino.
Nunca olvidemos que somos hechos con amor, para el amor.
Nunca olvidemos que lo nuestro es amar y amar implica perdonar. Hemos venido a perdonar a quien falla. Somos la imagen de Jesús y la expresión del Padre que es misericordia. Lo más santo que tenemos es precisamente la vocación que Dios nos ha regalado al elegirnos en Cristo; nos ha llamado, nos ha santificado. Nos ha hecho para Él.
Vivamos la vocación, demos lo mejor de cada uno y estemos pronto para el perdón.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.