CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA OCTUBRE 3 DE 2016

PARA ESTA SEMANA: OCTUBRE 3 DE 2016

Silencio para escucharlo y con mucho silencio hablar con Él.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Bendiciones y lo mejor para la semana que comenzamos. Mucha fe y esperanza para que dando lo mejor de nosotros ayudemos a Dios a construir un mundo mucho más justo y lleno de amor.

Desde el Evangelio de Lc. 17, 5-10, puedo entender que la fe es la que aleja de nosotros lo tenebroso y es la que nos da la certeza que en el tiempo de Dios las cosas se darán si es que nos convienen. Nada nos ganamos con impacientarnos o con gritar o con reclamar a Dios. Hay que tener fe, hay que vivir de certezas.

Hay que saber que Él existe, que está en nosotros y en medio de nosotros. Todo llegará, todo tiene su tiempo, ya cada uno sabe a dónde irá a parar el día final; cada uno sabrá si tocar la puerta o seguir adelante, si hacerse a la izquierda o la derecha, si tendrá parte en la herencia de los elegidos. Y es que la fe marca también nuestra manera de vivir, de comportarnos, de esperar, de ser o no cristianos. La fe sigue siendo motor de vida y centro de esperanza.

Pablo nos enseña que la fe y el amor, que nunca deben faltarnos, tienen su fundamento en Cristo Jesús. La fe no se edifica sobre arena sino sobre la Roca, no nace de una mentira o de una ilusión sino de un personaje que Él mismo, por ser Dios se hace el centro, el protagonista, la razón de lo que creemos. La fe es un tesoro que hay que cuidar y también proyectar. La fe es un don dado para dar y para hacer que las personas construyan su vidas y esperanzas sobre un sólido fundamento, el Señor Jesús. La fe es dinámica y crece en la medida que también nosotros nos metamos en la dinámica del Espíritu Santo. Dios sigue creando, sigue dando vida, sigue creyendo en hombres y mujeres capaces, desde el amor, de cambiar el mundo. Hombres y mujeres que no desfallecen en su fe.

La fe es entonces fundamental en el seguimiento del Señor; la fe hace que no perdamos el centro y que todo lo vivamos desde el amor; la fe nos ayuda a ser fieles y es la que a pesar de las adversidades, de las tormentas, de lo vientos fuertes, hace que no nos ahoguemos o que la barca no se hunda o la casa no se caiga.

La fe nos sostiene y nos hace capaces de caminar sobre las aguas o de estar junto a la cruz si es necesario. “si tuvieran fe”, dice Jesús, podrían hacer tantas cosas…, nada nos sería imposible porque entenderíamos que si algo no se da es porque no nos conviene o no es el tiempo. La fe a la hora de la verdad, nos hace libres y nos permite caminar con tranquilad en esta vida a ratos tan complicada. Saberse en las manos de Dios alegra de tal manera el espíritu que todo lo demás se aprende a vivir y a tener en su debida relatividad.

Dios espera lo mejor de cada uno. Por eso, desde el Evangelio, quedamos todos invitados a la vuelta a la fe, es decir a Jesús, a recobrar la fuerza del Espíritu Santo y sobre todo, a hacer las cosas que Dios mismo nos ha encomendado. Silencio para escucharlo, para hablar con Él. Silencio para descubrir lo que Él quiere de cada uno y soledad, mucha intimidad, para estar con toda la fuerza y el amor que la presencia de Dios regala al que con corazón humilde se acerca a Él.

Vamos juntos a procurar que al menos al final de cada jornada, como lo acostumbraba el Señor, nos encontremos un momento a solas con Dios y que si no le llevamos la alegría de haber hecho las cosas buenas que eran obligación hacer le pidamos que nos regale la fuerza y la fe que necesitamos para hacerlas en los instantes de la vida que nos esperan.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd