CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA NOVIEMBRE 7 DE 2016

PARA ESTA SEMANA NOVIEMBRE 7 DE 2016

No todo acaba con la muerte.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo cordial con los mejores deseos de salud y paz para la semana que comenzamos.

En este domingo 32 del tiempo Ordinario la liturgia nos invita a vivir a plenitud, nos invita a la esperanza, a creer en la eternidad y a entender que hemos nacido para una misión. No todo acaba con la muerte. Dios es de vivos y no de muertos. Dios es vida, resurrección, eternidad y Él nos ha creado para la vida, llevamos su ser, la semilla de la eternidad.

Si no hay resurrección de muertos no tendría sentido nacer y vivir para una misión. Hay que recordar que hemos venido para amar y desde el amor llevar a la plenitud la creación (El amor, que es nuestra misión y para lo que hemos nacido, se opaca y se hace negación en el pecado, pero esta realidad de pecado la podemos cambiar por gracia y amor de Dios; podemos renunciar al pecado y vivir en la libertad que Cristo nos trajo)
Si no hay resurrección, si nuestro Dios no es de vida y no va más allá de nuestra muerte, si no hay eternidad, no tendría entonces sentido nacer, vivir y cumplir la misión. La vida eterna es la plenitud. La esperanza en la resurrección se convierte en un movimiento de fe que nos lleva a pensar que después de la muerte hay un beso y un abrazo del Padre que nos funde, con amor, en su corazón; que regresamos al Padre y desde Él volvemos a ser palpitación de amor, vida entregada y vida que acompaña, desde Él mismo (Dios), a los seres que se quedan esperando, con feliz esperanza, el día de la resurrección.

Cuando entendemos que no todo acaba aquí, que se siembra para recoger más adelante, que las riquezas pasan y que nuestros hermanos, incluyendo nuestros enemigos o lo que no amamos, también son eternos; cuando comprendamos que no debemos tener miedo a la muerte ni a los que quitan la vida, que no sabemos ni el día ni la hora ni las circunstancias de nuestra muerte, entonces entenderemos que vale la pena vivir la eternidad, vivir desde ahora el cielo, amar a quienes amaremos también en Dios, sanar heridas y entregarnos día a día, cargando la cruz, renunciando a todo para ganar a Cristo, perdonar la veces necesarias y entender que en el amor siempre nos encontraremos.

La resurrección y la eternidad para el que cree en el Dios que se ha revelado a través de la Escritura, en el Dios de Abraham y demás padres en la fe, no es algo que entre en discusión o en dudas. Lo resurrección es de creer o no creer y eso afecta directamente al Dios de la Biblia. La resurrección es la fuerza de la predicación, la centralidad de la fe, la victoria sobre la muerte. No podemos profesar la fe en Dios o en Jesús sin creer que hay vida eterna, que hay alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que hay una corte celestial, que existen los ángeles. Que estaremos en Dios cuando resucitemos después de la muerte.

La fe hay que vivirla en esperanza y la resurrección colma todo lo que podemos creer y esperar.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd