CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA: NOVIEMBRE 23 DE 2015.

De camino hacia el Adviento.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que tanto nos ama.

Celebramos la solemnidad de Cristo Rey. Buen día y semana para mirar el corazón y evaluar porqué quedaron cosas pendientes con respecto al amor a los demás. Quedan seguramente, Personas que ofendimos o a las que engañamos, personas de las que nos aprovechamos mal para nuestro bien.

Personas ofendidas por nuestros actos y palabras, por nuestra indiferencia o en fin por esas cosas de cada uno que logran afectar la vida de tanta gente que hay a nuestro alrededor… Personas para volver a mirar desde el corazón y pedirle a Dios que sea Él quien llene nuestro amor para no seguir escribiendo historias de tristezas y dolores sino llenas de amor.

Esta fiesta nos recuerda que a Jesús lo hizo digno su Padre que en varias ocasiones lo glorificó y en dos oportunidades lo presentó como su Hijo Amado. Jesús, independientemente de lo que la gente decía de Él, supo mantener su dignidad en la vida. Con libertad expuso el proyecto del Reino, con amor perdonaba a los pecadores y sanaba a los enfermos. En su bondad y compasión ayudaba, compartía. Jesús era Rey, por dignidad, por servicio, por amor. Su Padre Dios, que le amaba, le acompañaba siempre, le iluminaba con su Espíritu y le complacía cuando en oración le pedía por alguien, y al final, cuando todo parecía perdido y tenía el sabor del fracaso, el Padre le resucitó, porque el Reino tiene que seguir adelante y el Rey debe estar en el trono que es el corazón de cada ser humano que pretende el bien. Jesús vivo, resucitado, nos sigue acompañando en este peregrinar hasta alcanzar un mundo en paz.

Jesús es el Rey de todos los que andan en la verdad y la verdad es una: Que el Padre ama al mundo, al ser humano y que por amor se ha encarnado su Hijo. La verdad es conocer al Padre y su enviado Jesús. Esta verdad fue sembrada durante años por el mismo Jesús y sus discípulos y la experiencia al final de los años de anuncio, fue que los pobres, los humildes, los sencillos, los pequeños; los que no cuentan para el mundo, los perseguidos, los hambrientos y desnudos; los enfermos, son los que acogen a Dios con más facilidad. Cuanto menos se tiene es entonces cuando más se experimenta la grandeza, cercanía y amor de Dios. Jesús nos invita siempre a la pobreza de espíritu, al desprendimiento, a la humildad. Jesús es Rey de un mundo que es eterno y que se anticipa en su eternidad en todos aquellos que le acogen y toman la decisión de hacerse discípulos, en los que se deciden por Dios y son capaces de renunciar y perder para ganar. El Reino en cada uno es la posesión de Dios, es la certeza de Dios en lo íntimo y desde esa certeza vivir en paz y dar a los demás lo mejor.

Donde hay un ser humano con un corazón tocado por Dios, hay un ambiente de paz y de entrega y de amor y es que no se puede estar con Jesús y haciendo mal. Por eso qué bueno una revisión real y profunda de nuestra experiencia de Dios, no nos vaya a pasar como a muchos judíos del tiempo de Jesús que tenían una religión que se quedó sin experiencia de Dios para vivir la experiencia de la esclavitud de las normas y leyes en las que acabaron ahogándose. A Jesús no le interesa el poder sino ganar tu corazón a través de revelarte, de mostrarte la única verdad: el amor del Padre desde el cual podrás cambiar el mundo.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd