CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA JUNIO 5 DE 2017

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Pentecostés.
Mis queridos amigos de santa teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas de Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Han pasado 50 días, digamos litúrgicos, después de la celebración de la Pascua; es Pentecostés y en esta fiesta judía de la cosecha y de la conmemoración de la alianza en el Sinaí, en la que los israelitas recibieron la ley, los discípulos que estaban reunidos, seguramente para celebrar esa fiesta, recibieron el Espíritu Santo. Fue algo sorpresivo, lo esperaban, pero no sabían cómo vendría.

Y llegó de repente como un viento, como un fuego, como algo que los impactó de tal manera y de tal manera les cambió definitivamente la vida, que no supieron describirlo. Todo era igual, pero todo era diferente. Entendieron que había que salir, abrir las puertas, dejar los miedos. El proyecto tenía que seguir y el Espíritu ha venido a clarificar, a iluminar, a fortalecer. El Espíritu Santo aparece como la respuesta de Dios al qué sigue, para dónde vamos, qué haremos.

Y desde ahí, desde ese día majestuoso de Pentecostés, día también de Pascua, de alegría, de resurrección, de paz para nosotros los cristianos, ya es otro el lenguaje; ellos se entienden y se descubren como personas para los demás, para predicar, para anunciar el Evangelio y para que Jesús resucitado sea escuchado, acogido, amado y sobre todo anunciado, a través de nosotros, como mensaje de salvación para un pueblo encerrado en sus pecados y también en sus normas y creencias. Anunciar el amor del Padre, hablar del amor del Hijo y ser fuertes en el amor del Espíritu que, a todos, a pesar de la diferencia, de la diversidad, de la pluriculturalidad, nos hace uno en Jesús, es la tarea de los discípulos, es decir de la Iglesia. Estamos para evangelizar, para llevar a Jesús, para anunciar el Reino.

Pentecostés rompe los paradigmas: ya no hay por qué tener miedo, ya no hay por qué dudar, ya no estamos solos; Dios nos bendice y sigue caminando con cada uno desde cada uno. Dios no permite que las cosas se estanquen y mucho menos que se encierren. Por eso ante las dudas y los miedos, ante el encierro y la oscuridad, ante la sensación de fracaso y de soledad o de abandono, viene el Espíritu que complementa la obra que no quedó inconclusa, sino que está por estrenarse. Al cristianismo le pueden más los mitos, las leyendas, las tradiciones que el amor, la misericordia, el anuncio, la vida nueva.

Pentecostés nos muestra que el cristianismo es más que una verdad, es la verdad;  más un camino, es el camino; es más que una muerte, es resurrección. Es más que un Dios que hizo obras grandes, es un Dios que sigue haciendo obras grandes en favor de su pueblo, es Dios en nosotros dando vida y fuerza y llenando la existencia de certezas de fe que alegran la espera del encuentro. Esto es de amor y de conversión a la misericordia, a la paciencia y a la ternura.

El Espíritu es para el bien de todos, el Espíritu viene con sus dones y produce frutos para que seamos felices y vivamos en paz. Dejémonos llevar por el Espíritu, por Dios que desde el interior nos conduce y enseña y no por nuestros caprichos y terquedades. Abiertos al amor.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.

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