“Comerán todos y sobrará” (2Re.4, 43)
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien. Que la semana que comenzamos venga cargada de bendiciones y que en cada gesto o acto de generosidad que tengamos con los demás sintamos que toda una multitud es la que se sacia con lo poco que podemos dar.
Hay mucho para dar, demasiadas cosas, aunque pensemos que no hay para dar a los demás y de manera especial a la familia, a los amigos y los compañeros de trabajo. Parte de nuestra riqueza que la multitud espera es que tenemos la paz, la alegría, la palabra oportuna, el abrazo, el perdón, la paciencia, la tolerancia. Esas realidades que se llevan dentro pero que a veces se ocultan o se anulan pensando que ya lo hemos dado todo o que realmente no tenemos nada para dar. Esta semana los invito a un reencuentro real con los riquezas de cada uno; con los panes y los peces que podemos ofrecer y que hará de nuestro hogar, de nuestros amigos y de los ambientes que frecuentamos, espacios en los que cada uno descubre que dando es como se recibe y confiando en Dios es como los milagros se suceden.
Andrés dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿Qué eso para tantos? Realmente es tan poco lo que hay que parece nada frente a una multitud, pero gracias a ese poco y a ese gesto de generosidad una multitud pudo saciarse y descubrir la grandeza de Dios que es generoso y está siempre dispuesto a ayudar. Sentirse instrumento de salvación, de acogida, de perdón, de amor. Eso llena el corazón de una alegría y de una paz tan enorme que el desierto de la vida se vuelve oasis y la experiencia de Dios se transforma en fuerza que jamás se acaba y con la que podemos vencer el odio y el egoísmo desde los que muchos de nuestros hermanos se relacionan.
A veces creemos que no podemos ayudar en tantas necesidades que hay; sentimos o sabemos que tenemos tan poco que eso es casi nada y como no vale la pena entonces acabamos escondiendo o sepultando lo que tenemos, los talentos, los dones; los panes y los peces que cambiaron la historia de tantas personas que seguían a Jesús.
Los pequeños detalles, la generosidad, el querer ayudar con lo poco es lo que Dios necesita de nosotros, de la humanidad, pero de manera especial de los cristianos que damos testimonio de lo importante que es confiar en Dios y abandonarse en Él.
Aunque sepamos que Dios sabe lo que tiene que hacer nosotros no podemos desentendernos de los demás pensando que el problema de los demás es de Dios o de ellos o que no tenemos manera de ayudarles a colmar sus necesidades. Hay que acercarse, tomar iniciativas, dejarse interpelar por Dios. Llevarle no solo los problemas sino también los panes y los peces; Dios nos está día a día planteando retos de apertura y generosidad. Retos que nos sacan de nuestras comodidades y nos llevan a desprendernos de lo que tenemos para que no teniendo nada los demás lo tengan todo porque mi poco, mi nada, mi pobreza es el todo y la riqueza de los demás. Dios no nos quiere desentendidos y por eso casi que nos dice: denme lo que hay para habiendo todos tengan.
Termino con lo escrito por Pablo (Ef.4, 1-2): “Los exhorto a que lleven una vida digna del llamado que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor”
Fraternalmente:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd