Pescadores de hombres.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo y los mejores deseos para la semana que comenzamos. Dios nos colme de sabiduría y de capacidad de entrega a los demás.
Nos encontramos en este quinto domingo del tiempo Ordinario con el texto de Lc. 5, 1-11, en el que se nos presenta a Jesús enseñando a la gente que además era mucha. Jesús al terminar de hablar le pide a Pedro que aleje la barca de la orilla, que se vaya mar adentro y que tire las redes para pescar.
En el Evangelio lo que nos parece ilógico se hace lógico
La dinámica de Dios muchas veces es contraria a la nuestra y en ciertos momentos parece contradecir que lo es imposible para nosotros. Nuestros fracasos son también opciones para el cambio, posibilidades de algo nuevo.
Tirar las redes en pleno día, cuando debe tirarse en la noche. Tirar las redes después de haber intentado pescar toda la noche sabiendo que ya faltaban las fuerzas y se tenía la seguridad que para la pesca lo mejor era la noche. Sea lo que sea Jesús nos reta. Nos aleja del lugar del dolor, de la pérdida, del lamento, de las orillas. Jesús nos reta, nos pide no conformarnos a lo de siempre, nos invita a romper los propios esquemas, los paradigmas en los que nos movemos; nos invita a una pesca abundante cuyos resultados no dependen de la hora sino del querer de Dios que hace todo más fácil y transforma en posible lo que para nosotros no lo es.
“Pero ya que tú lo ordenas” le dice Pedro a Jesús y en obediencia acepta el reto, lanza las redes y la pesca es abundante.
Personalmente creo que a muchos de nosotros nos hace falta madurar un poco más en el proceso de la fe. Creerle al Señor, hacer lo que Él nos pide. Aunque nada sea lógico, aunque pensemos que no vale la pena. Debemos aprender a escuchar al Señor, debemos aprender a obedecer en fe y hacer las cosas que Él nos diga.
Ya que tú lo ordenas comenzaré a perdonar y a orar por mis enemigos, creceré en misericordia y perdonaré siempre; me pides no juzgar; salir al encuentro del más pobre; amar incluso a los enemigos. Ordenas que siendo sal no perdamos el sabor y siendo luz no nos ocultemos y que creamos por encima del dolor, de la tragedia, de la soledad que Él es la vida eterna, que la voluntad del Padre es que todos se salven y que amando a Dios y al prójimo seremos realmente felices.
El Señor nos invita a salir de nuestra comodidad o fracaso, que rememos mar adentro y que confiemos en Él. Jesús necesita de nosotros, su alimento es hacer la voluntad del Padre que quiere que todos se salven. Y este anuncio y esta fe nosotros la debemos llevar por todas partes. En Jesús somos pescadores de hombres. La tarea es de todos los creyentes y de manera especial es para los que tiran la red y nos acogen en sus barcas.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/KDgs50Fe8gz
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