CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA: AGOSTO 29 DE 2016.

Disfrutemos del don que cada persona es. Invitados todos a la humildad.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. A cada uno le deseo una semana llena de paz y de bendiciones. Que el Señor nos conceda ser como Él manso y humilde de corazón.

Como reflexión para la semana me quedaría con el texto del Eclesiástico 3, 17-18.20.28-29 del cual me permito resaltar el siguiente versículo: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuando más grande seas y hallarás gracia ante el Señor”

El hombre orgulloso, tan asociado a la prepotencia y al egoísmo (incapacidad de reconocer la dignidad del otro) es considerado malo. La persona que tiene un corazón, lleno de codicia, de egoísmo y de orgullo, está asociada a alguien que lleva una vida contraria al Evangelio. El cristianismo es amar, aceptar, perdonar, dar. El orgullo encierra, manipula, humilla a los demás y no hay que olvidar lo que María proclama en el Magníficat: “Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los soberbios humilla”

Los invito a que tengamos cuidado con el camino que escogemos, con el estilo de vida que estamos llevando. Cuidado con los desprecios, los desplantes. Atentos a no ignorar al alguien que puede estar muriendo a la puerta de nuestra casa. Esta vida de cristianos no es para buscar reconocimientos ni primeros lugares. Es para servir, para darse; para anonadarse y ponerse en el lugar de los demás. Que trabajemos por el Reino, por la eternidad, por la justicia y sobre todo por la dignidad de los demás.

La invitación del Evangelio de este domingo (Lc. 14, 1.7-14) es a tener muy presente que los demás son o pueden ser más importantes que tú, que yo. Debemos aprender, meternos en el corazón que nuestra dignidad está en Dios, la dignidad nos viene de Él y que Él nos invita a ocupar los primeros lugares, aquellos que nos acercan más al cielo: el lugar de los pobres, de los marginados, de los pequeños. A esas personas Dios miró primero y por esas personas, por devolverles su dignidad, Él se ha hecho carne y ha decido hacerse camino. Esto nos dará mucha libertad en el obrar y en el entregarnos; nos permitirá disfrutar de la vida y sobre todo de las personas y de la riqueza y del don que cada uno es por encima de una clase social.

Busquemos ser engrandecidos por Dios sin sentirnos despreciados por los demás. Dios está en el corazón, nos habita y es en nosotros entonces que habita la dignidad.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd