CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA AGOSTO 18 DE 2019

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«Vine a encender fuego»

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Feliz semana, todas las bendiciones. Dios les cuide y acompañe.

Inspirado en el texto de Lc. 12, 49- 53 puedo decir que la experiencia de Dios estaba “paralizada”.

Todo estaba determinado a nivel religioso, la presencia y acción del Espíritu de Dios no contaba para los “creyentes dueños de la religión”. Las cosas eran como ellos la entendían o la pensaban. El pueblo debía limitarse a obedecer.

La ley, centro de la experiencia religiosa del pueblo, se había convertido en un arma de doble filo, manejada e interpretada desde criterios muy humanos y mezquinos sin tener en cuenta a Dios, origen y fin de toda norma. Entendemos desde muchos textos del Evangelio que Jesús vive en medio de una “religión” más doctrinal que humana; más de normas que de amor y misericordia. Una religión “estancada”, plena de ausencia de Dios y llena de preceptos humanos. Ya no se sabe lo que es realmente importante, quién es el prójimo, cual es el primer y más importante de los mandamientos. Ahora se vive en función del sábado y no del ser humano, en función de ritos y no Dios.

El culto ya no es agradecer, tampoco es expresión de un amor que recuerda las hazañas del Señor a lo largo de la historia; ya no es alabar ni bendecir ni entregar a Dios lo que con amor se esperaba. Ahora todo es negocio, todo es rito, todo es norma.

Y aquí está Jesús tratando de “recuperar”, de dar sentido, de llevar a plenitud la ley.

Jesús “rescatando” a Dios que lo habían escondido entre tanta cosa.

Está Jesús “limpiando” el nombre de Dios, presentándolo como el Dios del amor, de la ternura y de la misericordia.

Muchas personas aceptan a Jesús, pero no todas. Para muchos Jesús está “Fuera de sí”, es un blasfemo; otros le conocen y por eso, como han visto a su familia, conocen a sus padres, no lo aceptan. Demasiado humano para ser Dios; demasiado cercano para ser Dios, demasiado “rostro” para alguien que tal vez esperaban desfigurado o como los jefes de la época se lo habían imaginado y diseñado.

Alguien, y fue Jesús, el Hijo de Dios, el que tenía que predicar, denunciar.

Volver a que Dios fuera el Dios del amor, misericordioso y compasivo. Dios que salva, que vive y que camina en medio de la humanidad. Los que le aceptan, los que creen en Él, dan un salto en fe. Saben que las cosas no serán fáciles; que por el nombre de Jesús serán perseguidos, acusados, condenados. Muchos en casa no estarán de acuerdo. Pero había que poner el fuego, había que hablar la verdad, había que cambiar de mente y de Espíritu y comenzar a trabajar por el Reino de los cielos.

El fuego está ardiendo y viene a consumir todo lo que es contrario a la verdad, a la plenitud de la experiencia de Dios. Jesús es fuego, lo lleva en su corazón y todo el que se acerca a Él es transformado, acrisolado. Jesús es fuego devorador, llena de vida, renueva todo a su paso. Y este fuego debe arder en cada corazón, en cada realidad en la que un cristiano está presente. El fuego muestra, permite ver el propio rostro, el lugar en el que estamos y desde ahí podemos comenzar a trabajar por la paz.

La experiencia nueva de Jesús debe apasionarnos de tal manera que estemos dispuestos a tomar las decisiones que tengamos que tomar por el bien del Reino; el fuego nos habla de ser luz para los demás. Dejemos las tinieblas y todo lo que nos ata a la antigua condición de pecado y trabajemos juntos por el Reino de Dios que es fuego transformador.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.

PARA ESTA SEMANA AGOSTO 18 DE 2019

Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd

Fuente: http://ow.ly/hjZJ50vBRBd

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