PARA ESTA SEMANA ABRIL 14 DE 2019
Jesús se vio solo en medio de tanta gente; se supo sin amores cuando él era todo amor.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que en su amor nos invita a la entrega fiel e incondicional de la propia vida que se debe gastar amando a los demás, sin otro interés que el de amar como Dios nos ama.
El texto de este domingo de Ramos es de Lc. (22, 14-23, 56) el evangelista de la misericordia y del amor. Desde hoy, con la lectura del texto de la pasión se nos presenta lo que vamos a vivir a lo largo de la semana y de manera especial durante el triduo Pascual. Jesús que, habiéndonos amado, reconciliado con el Padre, sanado nuestras enfermedades, perdonando nuestros pecados, llega a la plenitud del amor y de la entrega en su pasión y muerte.
Jesús que palpa de cerca la injusticia y que entiende que ser aclamado por un pueblo manipulado por el poder religioso, es un pueblo sin fe y que fácilmente se aferra más a la norma que le da seguridad, que al amor que le hace libre y capaz de arriesgarlo todo, aunque muchas veces “se pierda” como le ocurrió al mismo Jesús.
Recorriendo el texto, gustando de cada palabra y de cada momento vivido y narrado por el evangelista, vemos cómo en la pasión Jesús descubrió que valía la pena entregarse para que el mundo, por su muerte, fuera salvado.
En la pasión Jesús sintió el peso de la persecución, de la injusticia en el juicio, de la condenación por causa de la mentira de los acusadores. Sintió el dolor de la fragilidad por el miedo de casi todos sus discípulos y de manera especial de los apóstoles. Jesús se vio solo en medio de tanta gente; se supo sin amores cuando él era todo amor, se supo condenado cuando lo suyo era salvar. Jesús vivió las contrariedades del ser humano, de las injusticias que se comenten cuando la obstinación o el odio rigen el corazón.
Jesús se entregó con la conciencia que su entrega era salvación de los suyos y que la muerte que le podía llegar iba a ser redentora porque su entrega estaba plena de amor y de grandes deseos de paz.
La pasión siempre debe llenar de esperanza a quien se sabe creyente y se ha hecho discípulo porque en este acontecimiento de la vida de Jesús se siente de manera especial el amor con el que nos ama y se prueba que el amor que Dios siente por nosotros supera la tragedia y el pecado del ser humano. Que el amor está por encima de la persecución, de la mentira, de la muerte. Sintamos de nuevo ese amor, sintamos de nuevo el peso que el pecado del ser humano, nuestro pecado, tuvo que cargar Jesús. Sintamos en la cruz la salvación y en la salvación las muchas o infinitas posibilidades que tenemos no solo para ser buenos, sino para amar como Jesús mismo amó.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd
Fuente: http://ow.ly/OxnF30ognq5