CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA EL FIN DE SEMANA: JUNIO 16 DE 2016.

PARA EL FIN DE SEMANA: JUNIO 16 DE 2016.

Perder es ganar y morir es vivir
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien; que el Señor Jesús siga siendo la razón de nuestra fe y por tanto de nuestra entrega amorosa a los demás.

Es en un ambiente de oración que Jesús pregunta a sus discípulos sobre lo que la gente y ellos mismos dicen de Él. Es una pregunta cuya respuesta se puede entender como la síntesis de lo que ha sido Él para la gente y lo que ha significado para los discípulos. Tenemos muchas respuestas, la percepción ha sido buena y además la profesión de fe que hace Pedro, en nombre de la comunidad, ratifica lo vivido. Jesús es el Mesías de Dios.

Después de esto viene el anuncio de Jesús sobre el desenlace de su vida y el tema de la resurrección. La muerte vista desde la fe marcará la plenitud de la vida y de la entrega de Jesús y la resurrección será la manifestación del querer de Dios sobre la humanidad que debe entender que la muerte no es el final ni el fracaso de un proyecto.

Había un peligro: que la gente muy entusiasmada estuviera entendiendo la presencia de Jesús y sus milagros como el triunfo sobre el imperio que los gobernaba. Y las cosas eran diferentes. El Reino de Dios proclamado y evidenciado en Jesús es de todos y para todos. Un Reino que trae consigo la muerte, la renuncia, pero al mismo tiempo la vida eterna y la victoria. Quedarse sin nada para estar en el Todo, para tenerlo todo.

Es un Reino que nace desde la experiencia de conversión y de amor. Es un Reino que busca no quien nos gobierne o tiranice sino más bien que invita al servicio y al reconocimiento de la dignidad de los demás. Un Mesías que viene a liberar y a sanar y a predicar el año de gracia. No es Mesías de poder sino de gobierno del corazón.

Mucha gente está siguiendo a Jesús, lo hacemos tú y yo, y las exigencias para todos son las mismas, si queremos llegar hasta el final, es decir, hasta ese amor, que de ser necesario, toma la cruz y muere para dar la vida. El camino del creyente es un camino de renuncia, de dejar de vivir para sí mismo y comenzar a hacerlo por los demás. Jesús nos aclara: de seguirlo, hay que tomar la cruz, que a mi entender no es más que el amor que se entrega y que se gasta y que duele, hay que dejar de buscarse a sí mismo y entender que morir es vivir y que perderse es ganarse.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd