Trascender es mirar el corazón.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mis saludos los mejores deseos de paz y bien para el fin de semana que se aproxima. Todas las bendiciones para el mes que hemos comenzado y que Dios nos conceda la gracia de la paz no solo en el corazón sino también en el mundo entero. Esa paz que construye porque es capaz de mirar la novedad de cada uno, día a día, sin condiciones ni prejuicios. La paz que nace del amor de Dios.
Inspirado en el texto que encontraremos el domingo (Mc. 6,1-6) pienso que hablarle a la gente, a las multitudes; que dar razón de la fe, de la esperanza, de lo que somos, a las multitudes, es relativamente fácil; pero hablar a los propios, a los de casa. A los que tienen la certeza de conocernos o al menos presumen de eso, no es tan fácil. Le pasó a Jesús. La gente se quedó en lo que conocían, en lo que les habían dicho, en lo comprobable. Pero no trascendieron, no fueron hasta donde las palabras y enseñanzas de Jesús lo pretendían. No fueron más allá de lo que vieron por lo que era su familia o de lo que oyeron en la Sinagoga.
No se maravillaron, no descubrieron el acontecer de Dios en la vida. Se quedaron como muchos de nosotros, tratando de entender lo que ya no vale la pena y dejaron de vivir lo que les llenaba de fuerza y de esperanza.
Nos cuesta trascender, superar los prejuicios frente a las personas, difícilmente cambiamos de opinión frente a alguien y más si lo que sabemos es por lo visto o por las referencias que tenemos. Muy pocas personas creen en el cambio de los demás, se necesita una mirada desde el corazón, desde Dios, para trascender lo que sabemos al plano de lo que deberíamos saber. Cada uno tiene derecho a ser lo que está llamado a ser y cada uno tiene el deber de aceptar los procesos de cambio de los demás. Algún día dejamos de ser niños y pasamos a ser adultos.
Con las personas hay que mantener el contacto, entrar en contacto. A una persona no se le puede juzgar desde fuera por más que creamos conocerla. Uno puede ser rechazado hasta por quien cree conocerlo mejor. Hay que abrirse a la novedad de las cosas y de las personas. Cada día Dios nos sorprende al no dejarse encasillar por aquellos que creemos saberlo todo.
Jesús cumple su misión y nada le impide el desarrollo de la misma. Él ha venido a mostrar que somos amados por el Padre Dios que en Jesús nos invita a un cambio, a la conversión y a que miremos a los demás con la debida reverencia, sin andar excluyendo ni siquiera por el pecado que pudo haber hecho o por las faltas que tenga. Mirar a los demás desde la dignidad que tienen como hijos de Dios. Tenemos que aprender a trascender que no es precisamente mirar al cielo o a lo alto, sino mirar el corazón de cada persona que es el lugar en el que el mismo Dios nos habita. Jesús llegó a su pueblo, a donde era conocido y allí enseñó; allí habló de Dios. Allí se reveló y la gente se quedó en las mil y una razones para no trascender. Se quedaron en la historia, no miraron más allá. Y Jesús no hizo allí muchos milagros y se fue. La gente, mucha gente se perdió la oportunidad de acercarse a Dios, de mirarle, de salir a su encuentro porque se quedaron en sus propias razones, se llenaron de los comentarios de los demás, miraron el entorno y se olvidaron del amor, de Jesús.
Igual que pasa en algunas parejas que se quedan en el ayer y alguno de los cónyuges es incapaz de mirar la novedad del otro, la enseñanza del otro y en los juicios se pierden la posibilidad del milagro, del encuentro, de la caricia; acaban alejando a las personas porque se llenan de razones pero se olvidan de trascender, de mirar el corazón.
Miremos el corazón más allá de la historia.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd