Tercer Domingo Ordinario (Ciclo C)
Jesús comienza su ministerio en Nazaret: El proyecto del Evangelio y el proyecto misionero de Jesús
Lectio de Lucas 1,1-4; 4,14-21
Introducción
En este año el evangelista Lucas, el evangelista de la misericordia, nos acerca una vez más a la persona fascinante y a la enseñanza de Jesús de Nazaret, de manera que experimentemos su salvación y formemos su comunidad.
En estos domingos vamos notando una dulce transición en el itinerario de los Evangelios. El tiempo de la manifestación (que culminó con la Epifanía del Señor) se ha venido abriendo paso en el llamado “tiempo ordinario”, el cual nos lleva a recorrer el camino de los Evangelios de forma pausada y extensa.
Notemos cómo el Señor se ha venido manifestando:
– En la Epifanía, asistimos a su manifestación a todos los pueblos de la tierra, representados en los sabios de oriente (Mt 2, 1-12).
– En el Bautismo, vimos su manifestación ante el Israel arrepentido de sus pecados y bautizado por Juan en el Jordán (Lc 3, 15-22).
– Las bodas de Caná, fueron la manifestación a sus discípulos por medio del primer signo revelador de su gloria, gracias a él comenzó el camino del “creer en Él” (Jn 2, 1-12).
Hoy tenemos la oportunidad de escuchar su discurso inaugural, la presentación que Él mismo hace de su persona y de su misión en la sinagoga de Nazaret.
Pues bien, este domingo proclamamos un texto que junta dos introducciones:
(1) la introducción que el evangelista Lucas hace de su obra (Lc 1,1-4) y
(2) la introducción que el mismo Jesús hace de su ministerio con su predicación en la sinagoga de Nazareth (Lc 4,12-21).
Podríamos decir que estamos ante el momento de apertura, un espacio fresco de apertura y expectativa, propio de una inauguración. Sentimos resonar la voz fuerte y convincente del evangelista y luego del propio Jesús, cada uno anunciando lo que está a punto de hacer.
Para nosotros seguidores de Jesús, al ritmo de la escucha orante del Evangelio, el texto de hoy es muy importante porque nos sitúa frente al panorama amplio del evangelio que este año vamos a profundizar. Es necesario, desde el principio retener cuáles son las características del evangelio que vamos a leer y los puntos clave de la misión de Jesús, misión que confrontaremos con nuestra realidad personal, comunitaria y social.
Leamos despacio el texto de Lucas 1,1-4 y 4,14-21:
1,1 Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros,
2 tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra,
3 he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo,
4 para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
(…)
4,14 Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.
15 El iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.
16 Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.
17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
18 “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
19 y proclamar un año de gracia del Señor”.
20 Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él.
21 Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.»
Retomemos ahora el texto por partes. Esta vez le daremos más importancia a la primera parte y diremos lo estrictamente esencial de la segunda.
1. El evangelista Lucas presenta su obra (Lc 1,1-4)
1,1 Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros,
2 tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra,
3 he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo,
4 para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Lucas es el único de los 4 evangelistas que se preocupó por escribir un prefacio en el que les cuenta a los lectores de todos los tiempos:
– Cuáles son el tema y el propósito de su obra,
– Que no es el primero en escribir un Evangelio,
– Las fuentes en que se apoyó y el método de composición literaria,
– Que garantiza la precisión de sus investigaciones,
– A quién le dedica su libro.
Pero ensayemos una lectura del prefacio de una manera creativa.
Observando quiénes son las personas que están implicadas en esta auto-presentación de Lucas, podremos distinguir, siguiendo el mismo orden de los versículos, las siguientes:
(1) “Nosotros”
(2) “Ellos”
(3) “Yo”
(4) “Tu”
Profundicemos…
Lc 1,1: “Nosotros”. La comunidad cristiana que está detrás de Lucas.
Este versículo también se podría traducir así: «Dado que muchos han emprendido la tarea de componer una narración acerca de los eventos que han sido llevados a su total realización entre nosotros» .
Lucas es miembro de una comunidad y, como su misma obra nos lo deja entender, es un servidor de ella. No sabemos exactamente cómo era esta comunidad: cuántos la integraban, cómo eran las relaciones entre ellos, quién y cómo la dirigía, cuáles eran sus mayores dificultades, y otras tantas cosas que nos gustaría saber. Pero algo podemos vislumbrar a través del mismo Evangelio, sobre todo sus preocupaciones más importantes, que bien podrían ser los puntos más destacados por Lucas a lo largo de los relatos.
Sólo una información, a primera vista enigmática, nos da directamente Lucas: “los eventos que han sido llevados a su total realización entre nosotros”. Los “eventos” son los hechos que va a narrar ahora el mismo evangelista: las enseñanzas, las obras y especialmente la pasión, muerte y resurrección de Jesús. A través de todos estos sucesos de la vida de Jesús se realizaron las profecías (ver Lc 4,16-21; 18,31; 22,37); sin embargo, los discípulos que “vieron” todo lo que pasó hasta el final (ver 23,49), no fueron capaces de entender el por qué del trágico destino (ver 24,21). Solo lo captaron cuando el mismo Jesús resucitado se les apareció y les mostró que se trataba de la realización del plan de Dios revelado en las Sagradas Escrituras.
Y así los discípulos entraron plenamente en la experiencia de la salvación que la muerte y resurrección de Jesús traía, y se constituyeron en “testigos” de Jesús.
Entre lo que sucedió el día de Pascua y el momento en que Lucas está redactando su prefacio, parece haber transcurrido por los menos medio siglo. Por eso es extraordinaria la afirmación de que aquellos eventos hayan “sido llevados a su total realización” en él y en la comunidad. Nos está diciendo que lo que sucedió en Lc 24 es su propia experiencia, ya que Jesús resucitado continúa realizando su instrucción pascual todavía.
Sinteticémoslo así: la comunidad de Lucas tiene conciencia de que Dios está actuando dentro de ella de la misma manera como lo hizo Jesús con la primera comunidad en el día de Pascua. Puede decir que se han cumplido las profecías y que la instrucción pascual del resucitado les ha permitido abrir los ojos a esta realidad.
Lc 1,2: “Ellos”. Los que hacen resonar la voz del Resucitado fundando e instruyendo a las comunidades.
“Tal como nos lo transmitieron aquellos que desde el comienzo fueron testigos oculares y se convirtieron en servidores de la Palabra”.
Además de los “eventos” del pasado y de la actualidad de éstos en la comunidad, Lucas presenta otro polo de referencia: los evangelizadores. Han sido ellos los que con su predicación han llamado a la fe a nuevos creyentes, y luego han educado en el seguimiento de Jesús a las comunidades que han nacido en la misión. Lucas los llama “servidores de la Palabra”.
Lucas se refiere a “los del principio”, es decir, a los discípulos que el mismo Jesús llamó, educó y envió en misión. En una frase, no siempre bien traducida, nos dice también que éstos vivieron una experiencia: siendo “testigos oculares” llegaron a ser “servidores de la Palabra”. Como “testigos oculares” fueron observadores (empíricos) de los hechos de Jesús, pero el ser “servidores de la Palabra” fue el resultado de la catequesis que les hizo el resucitado el día pascual cuando, como vimos, comprendieron los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. Por tanto, el servidor de la Palabra es un “testigo pascual”. A lo largo del Evangelio, a partir del capítulo 5, Lucas nos va a contar todo el camino de formación del testigo pascual y, luego, en los Hechos de los Apóstoles, cómo efectivamente le hicieron eco a las palabras del Maestro.
Tengamos presente, además, que en la obra de Lucas la misión es el consorcio entre el trabajo de los misioneros y el Cristo Pascual que va con ellos por el poder del Espíritu.
De ahí el valor que tiene el término que Lucas utiliza en 1,2: la “transmisión” (o la “paradósis”). La función de los servidores de la Palabra es “transmitir” fielmente la catequesis pascual de Jesús, de darle “voz” al resucitado a lo largo de la historia.
Pero Lucas lo ha dicho también con un énfasis: “tal cual como nos lo transmitieron”. Al redactar su obra, entonces, él tiene intención de colocar por escrito lo que los Servidores de la Palabra estaban proclamando. Como evangelista, también él es un servidor de la Palabra y, como tal, también “voz” del Resucitado que camina en la historia. Lo que un tiempo se realizaba solamente de viva voz, ahora se realiza también a través de las sagradas páginas.
Podemos entender ahora cómo fue posible que “los eventos” del pasado llegaran a su “plena realización” en la comunidad de Lucas y ahora, a través del Evangelio de Lucas en las nuestras.
1,3: “Yo Lucas”: el evangelista y su plan
“Dado que muchos han emprendido la tarea de componer una narración…
yo también, después de haber hecho cuidadosa investigación, decidí escribirte un relato ordenado”
Para cumplir su tarea Lucas diseña un plan que puede verse en siguiente esquema:
0. Introducción: Lucas 1-4
00. Prefacio del evangelio (Lc 1,1-4)
0.1. La hora de la promesa: profecía del nacimiento de Juan y de Jesús; visitación (Lc 1,5-56)
0.2. La hora del cumplimiento: nacimiento de Juan y de Jesús; eventos entorno al nacimiento y la llegada a la adultez (Lc 1,57-2,52)
0.3. La hora de la misión: de Juan y de Jesús (3,1-20)
1. El ministerio de Jesús en Galilea: tres etapas en el discipulado: Lucas 5,1-9,50
1.1. Primera etapa: Jesús reúne gradualmente sus discípulos (5,1-6,11)
1.2. Segunda etapa: Jesús elige «doce» y los educa para su primera experiencia misionera (6,12-8,56)
1.3. Tercera etapa: Misión confiada a los doce y lección sobre el camino del Mesías (9,1-50)
2. El viaje a Jerusalén: Lucas 9,51-19,48
2.1. Comienzo del viaje (9,51-10,37)
2.2. La escuela de Jesús en el camino (10,38-18,30)
2.3. Fase final del viaje (18,31-19,48)
3. El ministerio de Jesús en Jerusalén: Lucas 20-24
3.1. Jesús Maestro en el Templo de Jerusalén (20-21)
3.2. El éxodo de Jesús (22-23)
3.3. Caminando con el Resucitado a lo largo de la historia (24)
Como puede verse (y lo haremos notar en las pistas que daremos para los domingos) Lucas es un gran teólogo y catequista.
1.4. “Tú lector”.
“Para ti Teófilo”: para quién fué pensado este Evangelio
“Decidí escribirte un relato ordenado, ilustre Teófilo, de manera que puedas llegar a apreciar la certeza de las instrucciones que has recibido»
El Evangelio es ante todo una presentación del ministerio de Jesús, donde lo más importante está en la presentación de su personalidad como enviado de parte de Dios y el contenido y la manera de la misión que le fue encomendada. Por esta razón, el Evangelio no se confunde con lo que es para nosotros hoy la biografía de un personaje importante. Aunque se parezca a una biografía en su forma, sobretodo en el hecho de contarnos la historia de Jesús desde su nacimiento hasta su ascensión, no lo es en su intención.
El Evangelio fue escrito para ayudarnos a conocer mejor y a vivenciar su efecto en nuestras vidas; es lo que en términos técnicos hoy llamamos: “su significado salvífico”. Quien lee un Evangelio debería poder decir más tarde quién verdaderamente es Jesús y qué ha hecho por Él y por el mundo. Sobre este presupuesto es que Lucas da el primer plumazo del Evangelio diciéndonos que lo que nos va a contar son “los eventos que han sido llevados a su total realización entre nosotros”.
Vamos un poco más allá
Dejando por un momento aparte los títulos que el Evangelio nos dicen quién es Jesús, y retengamos la imagen más fuerte que de Él se retiene y que en cierto modo retrata mejor en el último capítulo del Evangelio en el relato de los discípulos de Emaús: el de un caminante que entra discretamente en el camino de dos discípulos que creen conocerlo pero que en realidad no lo han entendido porque con la llegada del momento triste de la crucifixión del maestro todo se ha venido abajo y ya ni siquiera el mensaje de los que dicen que “está vivo” les dice nada, para ellos está muerto y sólo viven de los bellos recuerdos. ¿Y entonces qué?
Es ahí donde Jesús toma la rienda de la conversación en el camino y les comienza a mostrar que no pueden entender la razón de ser de su sufrimiento y de su muerte sino iluminan la oscuridad de los acontecimientos con una luz potente y clarificadora: la sagrada Escritura, sobre todo el mensaje de los profetas acerca de las características que debía tener el Mesías.
Paremos aquí un momento.
¿No es más o menos lo mismo que le sucede a uno en la Iglesia? Hemos sido catequizados, tenemos una cierta formación cristiana y tal vez, como en el caso del joven rico, hacemos un esfuerzo por cumplir todo lo que nos pide para entrar en la vida eterna. Pero no estamos contentos, algo todavía está frío dentro de nosotros. Las campanas nos suenan lejanas, la predicación es apenas como una gota de agua para un caminante en el desierto. ¿Cómo podemos darle vida, intensidad y vigor a nuestra fe, si el mismo Jesús no se mete dentro de nosotros para sacarnos de esta especie de parálisis?
Fue la voz de Jesús como Maestro la que penetró hondo en el corazón de los discípulos de Emaús y le hizo arder el corazón. Fue bajo esa luz que les proporcionó su presencia la que les ayudó a captarlo en un instante fugaz a través de un gesto, que si no fuera por eso a lo mejor se les habría pasado desapercibido: el partir un pan. Con un gesto remató lo que con su palabra decía y con su palabra les mostró que el gesto de la entrega pacífica de su vida en el suplicio de la cruz era más profundo de lo que a simple vista podían ver.
Jesús los ayudó a ver y a ver profundamente, a entender, a aceptarlo, a amarlo, a recuperar la fuerza interior para tomar decisiones valientes en la vida, a superar una vida que se consume en la tristeza abriéndoles nuevas posibilidades, y todo ello como señal concreta de la salvación de Dios.
2. Jesús presenta su obra (Lc 4,14-21)
4, volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.
15 El iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.
16 Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.
17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
18 “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
19 y proclamar un año de gracia del Señor”.
20 Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él.
21 Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.»
Primero ubiquémonos.
Ya transcurrió el tiempo de preparación de Juan en el desierto (Lc 1,80), ya anunció su mensaje de penitencia como “voz que grita en el desierto” (3,4) en los alrededores del Jordán. Ahora es Jesús quien entra en acción. La acción comienza en Galilea y más precisamente en Nazaret, donde todo el mundo lo conoce desde pequeño.
Jesús se presenta en la sinagoga, en la cual cada sábado participaba en la liturgia. El texto de Lc 4, 15 nos presenta un sumario de la misión de Jesús, la cual tiene como lugar privilegiado la asamblea de los sábados en las aldeas de Galilea. Hasta que por fin se presenta ante sus paisanos y les anuncia quién es Él y cuál es su misión.
Aquí viene una sorpresa, primero, y un escándalo después. Hoy nos detenemos en la proclamación de la profecía de Isaías y la brevísima homilía.
2.1. La proclamación de la Escritura: Jesús lee su vocación y su misión en la Palabra de Dios (Lc 4, 14-19)
Primero Lucas prepara con cuidado el escenario.
La escena se introduce con la noticia de la entrada de Jesús en Galilea “con el poder del Espíritu Santo” (4,14). Su enseñanza en las sinagogas es acogida favorablemente por todos (4,15). Uno esperaría entonces una descripción del triunfo en la comunidad donde Jesús creció, ya que los detalles de la apertura de la escena se mueven en este nivel.
Después de algunos años de ausencia Jesús entra en el pueblo de Nazaret y va directo al lugar de encuentro de la comunidad. Lo vemos tomar su lugar en la sinagoga, en sábado. Se le da el libro de Isaías para que lo lea. Pero antes ha sido proclamado un pasaje de la Ley y se ha cantado un Salmo responsorial.
Entonces la atención se centra en el momento en que Jesús hace la lectura del pasaje profético previsto para la liturgia de ese día. Jesús, nos dice Lucas, desenvuelve el rollo hasta Isaías 61,1-2 y lee un pasaje que será programático para toda su misión mesiánica (texto que combina con Is 58,6).
¿Qué enseñanzas notamos aquí?
(1) La lectura de la Biblia.
Jesús conecta desde el comienzo su obra con la Santa Escritura, con la Palabra de Dios. Es más, en ella misma lee quién es Él: “El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido”.
Jesús ha leído su identidad y su misión en la Palabra de Dios. Esto es importante, también los misioneros cristianos harán lo mismo en los Hechos de los Apóstoles: acudirán una y otra vez a la fuente viva de la Palabra de Dios para saber lo que tienen que hacer, para indagar la ruta que deben tomar en su proyecto misionero.
(2) El anuncio de la propia vocación.
Jesús afirma su identidad: Él es el Mesías (=ungido). Afirma con seguridad que por medio de Él Dios está llevando a su plena realización sus promesas.
Jesús tiene ante sus ojos el pasaje del profeta Isaías, en el cual un profeta anónimo relata su propia vocación: el Espíritu de Dios ha descendido sobre Él y lo ha inhabitado. Con la fuerza que le da el Espíritu, este profeta y siervo del Señor es enviado a llevarle una buena noticia a los pobres, a proclamar la liberación a todos los oprimidos, a predicar el año de la misericordia del Señor (cf. Is 61,1-2).
Desde el primer momento de su misión, Jesús deja claro de dónde proviene su autoridad y qué poder lo respalda en todas sus acciones.
Jesús es el enviado de Dios y está dotado de la fuerza y del poder de Dios. Y con base en esta capacidad Él anuncia su mensaje y realiza sus obras de salvación.
Esto que Jesús dice vale para Él mucho más que para cualquier otro profeta, porque Él proviene directamente de Dios en cuanto Hijo suyo (ver el evangelio del Bautismo, donde se conecta la unción con el Espíritu y la proclamación de la filiación). A partir de esta relación de comunión estrechísima entre Jesús, el Espíritu y el Padre, se realizan todas las acciones que narra el evangelio. De aquí proviene la autoridad, la credibilidad y el compromiso de Jesús con los necesitados de la tierra.
(3) La misión transforma a fondo la realidad.
El pasaje de Isaías va en conformidad con lo que la asamblea litúrgica hebrea celebra el día sábado (podríamos decir “una teología del sábado”): no sólo se celebra el séptimo día de la creación, es decir, su cumbre, sino ante todo el hecho de que Dios no abandona sus criaturas sino que se ocupa paternal y salvíficamente de ellas. Por eso el sábado se hace memoria del éxodo, es día de celebración del Dios liberador.
El texto de Isaías 61 contiene precisamente uno de los oráculos proféticos que alimentaban la esperanza del pueblo judío de la venida del Mesías y de la inauguración del Reino de Dios.
2.2. Jesús actualiza la profecía: una homilía breve pero contundente (Lc 4, 20-21)
Cuando Jesús termina la lectura, se sienta y los ojos de la gente que está en la sinagoga se fijan en Él. En los rostros se nota la curiosidad y la expectativa.
Su interpretación del pasaje de la Escritura que acaba de leer consiste en una afirmación simple y contundente: “Esta Escritura, que acabáis de oír (con vuestros oídos), se ha cumplido hoy” (v.21).
La frase se podría retraducir así: “Desde hoy, desde el momento en que he proclamado este pasaje de la Escritura, desde el momento en que ha resonado en sus oídos, esta palabra deja de ser una promesa profética y se convierte en realidad en mi obra misionera”.
¿Qué aprendemos?
(1) La Palabra de Dios proclamada desde muy antiguo, cobra vida en la persona de Jesús y en aquellos que lo escuchan: Jesús es ese profeta anunciado por Isaías. Jesús no le dice nada más a la gente sino que la Palabra de Dios “se cumple hoy”. Hasta el final del Evangelio, Jesús estará repitiendo esto, como por ejemplo en el episodio de los discípulos de Emaús (ver Lc 24, 25-27) e incluso en la introducción a sus palabras de envío misionero (ver Lc 24, 44-45).
De aquí en adelante, en todas nuestras lecturas del Evangelio tendremos que recordar esta lección: no estamos leyendo relatos de pasado, “esta Escritura se cumple hoy”.
(2) Lo que se cumple es precisamente el vínculo que hay entre las promesas proféticas (que alientan nuestra esperanza) y su realización en Jesús Mesías. La Palabra de Dios no es una palabra vacía que alimenta una esperanza pasajera, al contrario: ella lleva a cabo lo que dice, gracias a Jesús.
Es por eso que podemos confiar en la Palabra y apoyarnos en ella para que se convierta en nuestro camino de vida.
(3) Hay un hilo finísimo que conecta el libro, la voz de la proclamación y la persona que encarna el mensaje. La Palabra de Dios revelada a Isaías, un escrito suyo que lleva a convertirse en libro entre los libros de la Biblia, es proclamada solemnemente y en voz alta en el ámbito sagrado y comunitario de la liturgia, hasta que Jesús dice: el contenido lo pueden ver en mí.
Podríamos decir que Lucas nos cuenta este evento en el Evangelio (libro), el cual es proclamado y actualizado hoy en el ámbito celebrativo de nuestra fe (liturgia), y resuena como Palabra que pide sea realizada por cada oyente y por la Iglesia entera.
A los oyentes del Evangelio, a los nuevos “Teófilos” (amantes de Dios), nos corresponde ahora hacer de nuestra vida un relato de la obra que Dios llevó a cabo en Jesús nuestro salvador.
3. Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón
Sugerimos tomar la profecía de Isaías que Jesús proclama y detenernos en cada una de las personas que Jesús designa como destinatarias de su misión: los pobres, los ciegos, los encarcelados, los oprimidos… Y notar qué anuncia Jesús para ellos.
Personalmente o en comunidad profundizar en el texto a partir de algunas preguntas, por ejemplo:
3.1. ¿Qué efecto quiere producir en nosotros el evangelio de Lucas? ¿Con qué finalidad fue escrito y cuál es su garantía?
3.2. ¿Mi fe es sólida? ¿Necesito este año seguir leyendo con el método de la Lectio Divina el evangelio de cada domingo y aún el de cada día?
3.3. ¿En qué se parecen los destinatarios del evangelio a nosotros?
3.4. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Cuál es la obra que Él quiere realizar en mí?
3.5. ¿Qué es evangelizar? ¿Para qué se evangeliza? ¿Yo también estoy llamado a evangelizar? ¿Cómo?
P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM