CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

LECTIO ENERO 2 DE 2022

Epifanía del Señor.
Mt 2, 1-12

1. INVOCA

Prepara tu ánimo para entrar en diálogo con el Señor, que te va a dirigir su Palabra.

Deja a un lado tus ocupaciones habituales. Porque este tiempo es el más importante para tu vida.

Ábrete al Espíritu que desea inspirarte el sentido de la Palabra y quiere animarte a vivirla.

Invoca al Espíritu, para que te ilumine y te fortalezca. Veni, Sancte Spiritus.

2. LEE LA PALABRA DE DIOS Mt 2, 1-12 (¿Qué dice la Palabra de Dios?)

Contexto litúrgico

Epifanía significa manifestación. Celebramos en este día la manifestación de Jesús, el Salvador, al mundo pagano, representado por los sabios de oriente.

Este gesto del Señor nos desvela el sentido de su venida a la tierra. Ha venido con la misión de ofrecer la salvación a todas las gentes, de todos los lugares y de todos los tiempos.

Es el día en que también nosotros, que no somos del pueblo judío por nacimiento, hemos recibido el don de la fe en Jesucristo, enviado del Padre para la salvación del mundo.

Este relato de Mateo es una catequesis que nos indica cómo se manifiesta el Señor en todo tiempo y cómo nosotros podemos encontrarlo. Por lo tanto, lo hemos de leer más como un relato de fe que como una narración de tipo histórico.

1. Unos sabios de oriente se presentaron en Jerusalén (v. 1)

Estos personajes, (magos, sabios) presentados por Mateo, significan:
– la necesidad de los humanos de encontrarse con el verdadero Dios;
– desde la realidad de la vida de cada uno (familia, profesión, trabajo…), cada persona ha de preguntarse siempre dónde y cómo se presenta Dios en la vida de cada uno;
– la decisión de abandonar su casa y su país simboliza el proceso que constantemente realiza el que con sinceridad quiere encontrarse con el Señor;
– la estrella que les guía es la luz de la fe, la llamada de Dios, que comienza a iluminar la oscuridad de su situación religiosa;
– estos rasgos manifiestan el deseo de iniciar un camino, un proceso, para encontrar a Dios.

En Jerusalén, los sabios

– dan testimonio de la llamada de Dios: Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo (v. 2);
– vencen las malas intenciones de Herodes;
– y la ignorancia de los sacerdotes y de los maestros de la ley;
– se dejan orientar por la Palabra de Dios, en la profecía de Miqueas (5, 2), que los maestros de la Ley indican (vs. 5-6);
– nuevamente la estrella de la fe los guía hasta Belén (v. 9).

2. Vieron al Niño con su madre María y lo adoraron (v. 11)

Al experimentar de nuevo la iluminación de la fe en su camino, se llenaron de una inmensa alegría (v. 10). El esfuerzo de los viajeros por seguir la luz incipiente de la fe logró, al fin, encontrar al Niño con su Madre. María es figura de la Iglesia, en la cual encontramos al Salvador.

Lo adoraron como a Dios postrados en tierra. Abrieron sus cofres y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra (v. 11).

Los sabios de oriente reconocen al Mesías en aquel Niño desvalido y pobre. Dios los ha orientado y fortalecido a lo largo de su camino de fe, poniendo de su parte el interés y el sacrificio por salvar enormes dificultades y, al fin, encontrar al Salvador.

Los dones que ofrecen al Niño son símbolo de su propio reconocimiento, agradecimiento y ofrenda de sí mismos y de sus vidas.

Lo adoraron. Adorar es, sobre todo, reconocer y agradecer el don de la vida en Dios, recibido gratuitamente, que nos lo regala desde su infinito amor. La semilla de la fe la recibimos en el bautismo, de manos de nuestra Madre la Iglesia, sin nosotros merecerla ni buscarla.

La catequesis nos tiene que conducir a reconocer en Jesús al mismo Dios, que nos ama y nos llena de sus dones, del mejor don, que es Él mismo, con Jesús en el Espíritu.

Regresaron a su país por otro camino (v. 12). Una vez que los sabios de oriente adoraron al Señor, entregándose a Él, quedaron transformados por el encuentro con el Mesías. Y regresaron a su tierra, convertidos, como personas nuevas, contentos de la experiencia vivida en aquella humilde vivienda.

3. MEDITA (¿Qué me/nos dice la Palabra de Dios?)

Cada uno de nosotros ha de reemprender muchas veces el camino de la fe, que nos lleva a Jesús. No es cuestión de saber muchas cosas de Jesús, del Evangelio. Es, sobre todo, seguir y estar con Jesús, para conformar nuestros valores, criterios, actitudes, sentimientos y conducta según lo que el mismo Jesús vivió y enseñó.

En cada momento de nuestra vida el Señor nos va llamando a una entrega más generosa y total. Con mirada y escucha de fe, podemos percibir que el Señor nos convoca desde la realidad de los sucesos diarios, agradables o desagradables, desde la Palabra leída en la Biblia y meditada, desde un buen consejo que recibimos, desde un buen testimonio que vemos, desde la oración y celebración de los sacramentos. Todo ello son luces de pequeñas estrellas que el Señor pone en el firmamento de nuestra conciencia.

El encuentro con Jesús, en brazos de María, nos llena de alegría y experimentamos la paz.

4. ORA (¿Qué le respondo al Señor?)

Te doy gracias, Padre, porque te preocupas de mi persona y me llamas constantemente para que sea feliz, siguiendo a tu Hijo Jesús.

Doy gracias, Jesús, porque Tú me indicas el camino de tu seguimiento y quieres que sea tu discípulo y tu misionero.

Te doy gracias, María, buena Madre, que nos muestras y nos regalas siempre a tu Hijo para nuestro bien.

5. CONTEMPLA

A Jesús Niño, en brazos de María, que nos ofrece amorosamente a su Hijo.

A los sabios (magos) que salvan dificultades y llegan gozosos donde Jesús. Y luego reemprenden un nuevo estilo de vida.

6. ACTÚA

Agradeceré siempre el don de la fe, que el Señor me regala desde el bautismo.

Trataré de buscar al Señor cada día en los sucesos, en su Palabra, en la oración.

Ayudaré a que otros bautizados vivan su fe en la Iglesia.

Recitamos el salmo 72, repitiendo el versículo: Que te adoren, Señor, todos los pueblos.

P. Martín Irure

LECTIO ENERO 2 DE 2022

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